Este es un proceso político, se ha demostrado desde el principio que busca aplicar penas ejemplares, proceso a nuestras identidades anarquistas más que los hechos, proceso a quien no abjura sus propias ideas.
Una masacre sin masacre atribuida sin pruebas es la culminación de un empeño creciente de Antiterrorismo y Fiscalías para exorcizar el espectro del anarquismo de acción.
En el mismo diseño se sitúa la imposición del 41 bis a Alfredo Cospito, reo de mantener relación con el movimiento anarquista desde la cárcel. La huelga de hambre a muerte que el compañero está llevando adelante desde el 20 de octubre es el último recurso contra el aislamiento y la privación sensorial, física, psíquica, contra una mordaza política. Mordaza que le ha impedido incluso leer las motivaciones de la misma huelga.
El 41 bis es el grado extremo de ensañamiento de los regímenes diferenciados: cárceles donde el aislamiento continuado y el hacinamiento de las secciones comunes son las dos caras de un sistema dirigido a anular al individuo. Cárceles donde las masacres, esas reales, se han verificado y se verifican: en la represión de las revueltas de marzo de 2020, en el goteo de suicidios, en el trato de los presos más pobres y frágiles como “material residual” de la sociedad tecno-capitalista imperante.
Si le pasa algo a Alfredo Cospito cualquier individuo dotado de pensamiento crítico entenderá quienes son los responsables y ejecutores de su aniquilación física, tras haber fracasado en su aniquilación política e ideológica.
Soy consciente de ser rehén de un sistema que tras el fetiche de la “seguridad” y el “terrorismo” esconde su colapso político, económico, social, ambiental.
Oponerse a esto es necesario. Podéis destruir la vida de las personas, no conseguiréis extinguir el pensamiento y las prácticas antiautoritarias. No conseguiréis quebrar la tensión revolucionaria, no conseguiréis extinguir la anarquía.
Saludos a Alfredo y a todos los compañeros.
Anna Beniamino
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