Señores míos, os equivocáis!
El crimen perfecto
no es el privilegio
del criminal.
Sino del verdugo.El crimen realmente perfecto
es el financiado por el Estado.
El perfecto asesino
es un funcionario con el coche de servicio.La justicia es un lobo
con la única diferencia
que los lobos son menos feroces.Cierto, los lobos también destrozan
cuellos blancos,
pero nunca aúllan sobre cadáveres:
somos servidores de la ley.(Stig Dagerman, El crimen perfecto, «Arbetaren» 25 enero 1953)
Hoy se cumplen cincuenta y tres años de la masacre de Estado de Plaza Fontana. La infame labor de impedir a toda costa cualquier transformación revolucionaria de la sociedad, que tuvo comienzo con esos diecisiete muertos y ochenta y ocho heridos, nunca se ha detenido.
Hoy se cumplen cincuenta y tres días del comienzo de la huelga de hambre de Alfredo Cospito y treinta y cinco de la de Anna.
En este país, ensangrentado por las masacres organizadas y dirigidas por funcionarios estatales de las distintas Oficinas para los Asuntos Reservados, los únicos condenados por «masacre política» – «una masacre sin masacre atribuida sin pruebas» – son dos compañeros anarquistas, parte de ese movimiento revolucionario que ante la violencia indiscriminada del Estado contra los oprimidos ha contrapuesto y contrapone la violencia discriminada contra los opresores.
¿Se puede encontrar un ejemplo de falsificación ideológica y material de la historia más repugnante en el plano ético, más descarado en el plano jurídico-institucional y más peligroso en el plano de la lucha? Es como si, gracias a la desproporción de las fuerzas sobre el terreno, la contrarrevolución policial, judicial y mediática de los últimos cincuenta años desplegara todo su programa: legislación de guerra; prisión de guerra; gestión militar del conflicto social. A eso apunta la ampliación ad libitum del 41 bis, con sus efectos sobre el resto de las cárceles, las salas del tribunal y las plazas.
Resiste o capitula.
Si nuestro deber es ante todo salvar la vida de dos compañeros, cuyo estado de salud es ya alarmante, en esta batalla está en juego la libertad de todos. Los que han comprendido esto, en Italia y en todo el mundo, están dando a la palabra «solidaridad» corazón, piernas, fuego. Los que no quieran entenderlo, o se limiten a informar de los comunicados de apoyo de otros sin mover un dedo, que no vengan mañana parloteando sobre «frentes comunes contra la represión».
Para algunos es la afinidad con sus compañeros en prisión. Para otros es compartir el mismo ideal. Para otros, es situarse en un horizonte común de transformación revolucionaria de la sociedad. Para todos debería ser una cuestión de autodefensa colectiva.
Antes de que se consume el crimen perfecto; antes de que los lobos con toga y uniforme aúllen una vez más sobre las carnes de un compañero y una compañera, pocas palabras.
Para las armas ardientes: ¡a la acción!
Para las mujeres y hombres que no han perdido el sentido de lo justo: ¡poned algo en esta batalla para que alguno no tenga que poner todo!
Para los «funcionarios con vehículo de servicio»: ¡Ay de vosotros!
¡Stragista es el Estado!
¡Alfredo fuera del 41 bis ya!