Debo admitir que han caído en la trampa. No sé si puede extenderse al plural, “hemos caído en la trampa”, pero tengo que reconocer, no sin cierta repulsión, que sí, han caído en la trampa.
Por un breve período, unos días, puede que una o dos semanas, estaban convencidxs de que la televisión y toda la megamáquina mass-mediática que seguía el “el caso Cospito”, por una vez podría haber sido beneficiosa para la causa anarquista y en concreto, para salvar la vida de Alfredo. Obviamente me equivocaba. Pero realmente tuve esa sensación, la de que la sociedad estaba conmocionada por el asunto de un compañero. El porqué ahora ha quedado cruelmente claro: eran los medios de comunicación, todo el tinglado puesto en marcha, el que se mostraba conmocionado.
Nunca había presenciado tal cantidad de artículos, reportajes en portada o en horario de máxima audiencia, análisis de “expertxs” sobre temas anarquistas: no puede compararse al periodo de la “caza al No TAV”, aunque sea remotamente.
Y así, se oía hablar de ello en los bares, al repartir octavillas como por arte de magia la gente sentía curiosidad, al nombrar las palabras “anarquista” y “Cospito” y se producían reacciones, variadas, algunas asquerosas, pero reacciones. Parecíamos (con este plural incluyo un movimiento anarquista genérico, con todos su matices) existir en la sociedad, después de larguísimos años, puede que desde que tengo uso de razón, que siendo anarquista me siento, más o menos, como un extraño cúmulo de frustración y rabia entre un montón de individuos con los que siento que no comparto más que el oxígeno que respiramos (lo cual, que quede claro, no me gusta! No disfruto de la marginación social: tomo nota de ella). Y esta sensación también me hacía sentir más fuerte, entendiendo por fuerza la capacidad (no necesariamente y no sólo muscular, y desde luego no viril) de incidir en cualquier tipo de transformación. El eco de las acciones directas en los periódicos ha sido algo totalmente inédito para mí. Y luego, escuchar a académicos, literarios, periodistas, profesores, jueces o ex jueces hablar a favor (¡a favor!!) de un compañero como Alfredo daba vértigo: pero… ¡¿lo estoy entendiendo bien!?
La respuesta que encuentro ahora es que Sanremo ha ocupado el lugar del 41 bis, (y entonces ya está desfasado, ahora habrá otra primicia) es que sí; lo entendí bien en ese momento pero me engañé pensando que una vez pasada la emergencia mediática de los «anarquistas», las buenas palabras se convertirían en hechos. En hechos, en participación. Obviamente esto no ha sucedido, excepto para aquellos que, sin y mucho antes de los telediarios, ya estaban en contra del 41 bis, de la cárcel, etc. Así funciona la máquina del espectáculo. La emergencia, por una vez, estaba realmente en nuestro lado de la barricada: la vida suspendida y tal vez definitivamente condenada de uno de nuestros compañeros. Pero para el resto del mundo, sólo se trataba de anuncios social-periodísticos. La enésima fuente de consumo.
Lo que pienso ahora es que la emergencia no ha terminado, y que los esfuerzos por la libertad (o la salida del 41 bis) de Alfredo, y por la vida de Alfredo siguen en marcha por la parte anarquista es que por cuanto se ha dicho y escrito, a saber “con independencia de como termine, esta historia del 41 bis no termina con Alfredo” debe ser verdad. Porque si todas la energía dedicada en estos meses (y todavía) fuera reabsorbida, se terminase o se desmoronase tras la muerte de Alfredo o su salida del 41 bis, todos los pasos adelante contra el Estado pronto serían barridos.
Y se han dado pasos, colectiva e individualmente: ¿cuánto valor se ha expresado en las plazas y durante las noches? ¡Cuántos encuentros, cuántos caminos cruzados por un deseo de implicarse que no se veía desde hace años y que la era Covid parecía haber enterrado definitivamente! ¿Cuánta rabia compartida, cuántos hombros en los que apoyarse hemos encontrado o reencontrado? Y si no lo hemos hecho, es el momento de hacerlo.
Porque de una cosa estoy segurx: tras la tormenta que hemos decidido desatar, el Estado desatará la suya, y ya sabemos lo que eso significa: investigaciones, detenciones, operaciones, medidas, juicios y todo el corolario de lo que implican sobre nuestras vidas y sobre la de nuestros afectos y complicidades. El clamor de los mass-media consistirá entonces en proclamar a quienes han pillado en tal o cual desorden, por esa o aquella acción… aunque sepamos que en realidad se trata de pura propaganda, casi siempre chapucera, y en la mayoría de los casos alimentada por los guardias. Pero mientras tanto nuestros nombres acaban en el periódico. Y el nivel de represión es tan directo y los medios de comunicación un elemento tan esencial como activo que ya ni siquiera nos sorprende (lo que no quiere decir que no nos enfade) que nombres, apellidos y otros datos personales acaben en los periódicos o en la web.
Hoy el caso Cospito se ha convertido en una diatriba palaciega sobre si el fascista Del Mastro ha violado o no el secreto de estado para desprestigiar a sus compañerxs del Partito Democratico. Y ya está. El hecho de que Alfredo siga en huelga de hambre y probablemente esté a punto de morir ya no interesa, ya no es noticia. Tampoco parecen vender ya nada las manifestaciones e iniciativas que siguen teniendo lugar por todo el territorio dominado por el Estado italiano, y en otros lugares. O desde luego mucho, mucho menos que hace dos semanas.
El espectáculo tiene un ritmo extremamente acelerado. En medio de una tormenta de nociones, de ‘imputs’, de hechos descontextualizados, de análisis, de profundización, lo que ha surgido, la tesis fácil de repetir en los bares es más o menos la siguiente: «Cospito había empezado bien, pacíficamente, pero luego nos enteramos de que era amigo de la mafia de Sassari y mandaba órdenes a los anarquistas que fuera estaban rompiendo escaparates. A estas alturas está claro que se queda en el 41 bis y sigue sin comer, oh, es su elección, si muere él se lo ha buscado». O al menos eso es lo que percibo ahora, de los periódicos, de lo que me llega de los residuos de comunicación de masas que siguen hablando, muy poco, de asunto.
Así que me gustaría intentar reiterar que no, que la batalla no termina con la vida de Alfredo, pero también admitir ante mí mismx y ante quien lea esto, que lo que hemos podido poner en juego en estos meses es insostenible desde el punto de vista energético, a largo plazo. Pero sigue siendo necesario como objetivo a alcanzar y mantener. Si no es así, mi temor es que asistamos a un «reflujo» mucho más parecido a un «sálvese quien pueda» que rompería la moral, las fuerzas, las complicidades. El camino preferible para quien escribe sería que allí donde ha habido caminos más amplios en los que otras personas, no compañerxs anarquistas sino cómplices y solidarixs con Alfredo y el tema anti-carcelario, se han acercado a los momentos de lucha, es con la mayor claridad y honestidad que deberíamos hablar entre nosotrxs y compartir conocimientos y saberes porque es necesario que otras mentes, otras manos, otros corazones se sumen a la lucha de quien, puede que desde hace muchos años, lleva adelante (con todo lo emocional, penal, existencial, económico, etc. que ello conlleva) la lucha contra el Estado y sus aparatos. Ahí donde esto no ha sucedido o no se ha buscado, unx está únicamente entre compañerxs anarquistas. Creo que hay que intentar mantenerse en el tiempo para ser lúcidx, no perseguir cada plazo que se presenta, intentar en la medida de lo posible no entrar en la lógica devoradora de la emergencia que, si bien es cierto que por una vez es real, no tiene una solución que pueda ser determinada sólo por nuestras fuerzas, aquí y ahora. En el sentido de que no me parece que nada de lo que podamos poner en práctica ahora pueda ser decisivo para la vida de Alfredo, aunque todo sea importantísimo. Por desgracia hay que decirlo, su vida está en manos (manchadas de sangre) del Estado. Esta es la realidad atroz. Y no parece que haya capacidad para sacarlo en un futuro inmediato de la celda o para destruir todo el sistema carcelario, por tanto, respirar. Tomar tiempo para reflexionar, elegir donde invertir las energías, porque no son infinitas y si/cuando el enemigo venga a rendirnos cuentas debemos estar lúcidxs y preparadxs, no al límite…
O al menos esto es lo que pensaba hoy después de encontrarme con la noticia de la “masacre de Capri” en un periódico que estaba por tirar: ¿quien se acuerda de ella?! ¿Cuántas personas murieron bajo el barro y las casas destruidas, siete? ¿nueve?. Pasas la página y nadie recuerda nada. Y habrán pasado, ¿unos meses? Creo que nadie, o realmente pocxs, a parte de anarquistas y revolucionarixs de las varias tendencias se acordarán de esta lucha contra el 41 bis: no esta sociedad, no este mundo del eterno espectáculo. Lo que ha sucedido y está sucediendo forma parte de nuestras vidas, es otro estrato de rabia y de conciencia que llevamos con nosotrxs, y no necesita de ningún reconocimiento.
Pretenden enterrar al movimiento anarquista en esta parte del globo, pero le hemos dado alas y lo estamos demostrando.
¡Fuerza Alfredo!
Valor amigxs, compañerxs, cómplices, vándalxs, la salute è in noi !*
[* la salute è in noi es un manual de cómo hacer explosivos distribuido por lxs anarquistas italianxs en Estados Unidos a principios del s. XX. Durante la última declaración de Vanzetti en una audiencia, en 1923, concluyó su declaración con estas palabras. Para lxs anarquistas de la época era sin lugar a dudas una referencia a la venganza y una incitación a pasar al ataque – NdT al francés, de luttercontrele41bis]