El sábado por la mañana los vecinos despertaron a unx compañerx nuestrx porque alguien había roto la ventanilla de su coche. Un robo extraño: cd’s grabados, el adaptador del gpl, un vaso, una bolsita de regalo con hierbas del huerto y… una bebida de saúco hecha en casa contra la represión (muy adecuado, ver la etiqueta abajo!). El mundo es un pañuelo y algún vecinx había visto a 4 hombres, entrar y salir del coche con tranquilidad y discreción a las 23:00 de la noche anterior, justo después un ruido de cristales rotos: uno entraba por la parte de los pasajeros y se acercó al lado del conductor, los otros tres se quedaron debajo de la farola. Tan despreocupados de los transeúntes que parecía que era su coche. Quién sabe si ellos mismos o sus colegas dejaran la nota de la comisaría encontrada en los limpiaparabrisas que sugería acudir a denunciar el incidente.
Al reparar los daños limpiando el coche, algo bajo el volante, cerca de los pedales, estaba fuera de lugar y siguiendo un cable se ha encontrado la microespía.
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¿Pero por qué la han puesto? ¿Será por la solidaridad mostrada hacia las personas encerradas en el CPR de Gradisca por no tener documentos en regla? ¿Será por el apoyo mostrado a la batalla de Alfredo Cospito contra el 41 bis? ¿Será por la oposición al teleférico, justo en este sprint estival en el que técnicos se están presentando con las planimetrías para la expropiación?
Ser sensibles, y no indiferentes, al horror de los CPR, a la atrocidad del 41 bis y a la devastación ambiental para nosotros no es una culpa, más bien es nuestra única manera de vivir humanamente, a pesar de la atrofia que a menudo percibimos alrededor.
Pero preocupa, por enésima vez este año, la desproporción de las acciones de fiscalías y comisarías. Parece el intento no tanto de reprimir episodios concretos, como de ahogar a quien trata de mantenerse a flote en el cieno de individualismo y control que nos rodea.
Alguien decía que una sociedad injusta siempre necesita reprimir criminales para legitimarse. El umbral sobre el que alguien se vuelve tal lo determina la misma sociedad: en los períodos de mayor miedo a reaccionar sólo con tener una idea concreta puede bastar. La mente se nos va rápidamente a Perugia y a Potenza, donde en los últimos meses se han abierto investigaciones por 270 bis (¡asociación terrorista!) por haber mostrado públicamente apoyo a la lucha emprendida por Alfredo Cospito contra el 41 bis (en un caso por una pancarta), o a Bolonia y Rovereto, donde se ha abierto una investigación análoga en la que un contenedor ardiendo es considerado como un “atentado”. Entonces, el único remedio que nos parece necesario poner en campo es lo que ya existe: reaccionar colectivamente a la intolerable sensación de tener un lager para personas migrantes en Gradisca; al pensamiento que mientras miramos tranquilamente el cielo algunx agoniza bajo tortura blanca, en 41 bis, en Tolmezo; a la imposición voraz y prepotente de una mega obra en el bosque Bovedo. Reaccionar colectivamente al cierre de consultorios en Trieste, a la expansión de la SIOT [Sociedad Italiana para el Oleoducto Transalpino – ndt] en Paluzza, a la violencia de género y al clima de guerra que avanza. Reaccionar, y así no tendrán suficientes microespías ni oídos para tenernos bajo control, y, todxs, seremos más felices y un poco más humanxs.