«No, no hemos aprendido la lección».
Contribución a la reflexión y el análisis de la naturaleza de las recientes operaciones anti-anarquistas.
Descenderán
de los negros bosques
bajo el frío viento de tramontana
mil y luego mil
los duendecillos (baffardelli)
para dar aliento a los torbellinos de la revuelta.
Elia Vatteroni
La crisis hacia la que nos dirige cada vez más rápidamente el organismo estatal y capitalista trae consigo un reajuste global del envoltorio democrático de los países occidentales. En este sentido, los movimientos nacionalistas de los últimos años se vuelven necesarios a medida que la amenaza de la guerra permanente se hace cada vez más concreta incluso en aquellos frentes que presumían de casi ochenta años de “paz” (esto es, conflictos bélicos continuos pero en otros territorios y, por supuesto, guerra de clases sin tregua contra los explotados en todas las partes del mundo). Se vuelve necesario por tanto un Estado fuerte, omnipresente, menos dependiente de estructuras de coordinación supranacionales (véase, en este sentido, el papel asumido en los últimos años por la Unión Europea), para que la actualización hiper-tecnológica del capitalismo permita resistir los contragolpes.
El capital no ha encontrado otro camino para mantenerse sobre su propio sistema en quiebra que la hiper-digitalización de cada estructura y, en consecuencia, de toda la realidad social. Al tiempo que infunde savia pútrida en la cadena productiva en si mismo es causa de nuevas crisis, o más bien de la destrucción del mundo entero mediante la depredación de los llamados “recursos”, lo que en la práctica significa el acaparamiento de todos los rincones de la tierra, mar y cielo. No podría funcionar de otro modo. Y esta lúcida locura devastadora sólo tiene un escenario posible, una dirección inequívoca: la guerra.
Tras los avances de la telemática y la lingüística computacional durante la segunda mitad del siglo XX, vino el desarrollo repentino de las “nuevas tecnologías”, de las ciencias convergentes –con la ingenierización, la digitalización, la apertura de la forma-laboratorio al mundo entero en su necesidad constitutiva de atacar a todo ser vivo–, a caracterizar el proceso de exclusión de las masas proletarias de la comprensión misma de la cadena productiva. Tal proceso tuvo un punto culminante durante el ciclo de luchas proletarias que ha caracterizado la lucha revolucionaria a partir de los años sesenta. La iniciativa revolucionaria de la época se desarrolló al principio del mencionado proceso de exclusión. Y así, gracias a las “nuevas tecnologías”, es como se desencadenó la llamada crisis de la globalización, que extrayendo su sustrato ideológico de los nacionalismos resurgentes, ha llevado a amplios sectores de la población, en los llamados países occidentales, a afrontar una profundización de su condición proletaria o, como ha ocurrido en el caso de ciertos sectores de la clase media, a afrontar un creciente proceso de proletarización.
En atrincheramiento del capital en la dinámica que acabamos de describir a grandes rasgos conlleva el desarrollo de una ofensiva represiva históricamente determinada contra los revolucionarios. Estos señores tiemblan ante la idea que sus propios planes scellerati [perversos] puedan empujar a levantamientos, y más aún a revueltas generalizadas (en cuanto a los momentos insurreccionales existen múltiples ejemplos sólo en los últimos años), y por tanto al desarrollo de formas de conflictividad social radicales, sin estructuras mediadoras, que cuestionen su propia existencia sobre este planeta.
La democracia, de la que tanto han presumido “exportándola” por el mundo a golpe de masacres, por como se ha adornado en las escuelas y los mass-media deja de ser un instrumento adecuado. El proceso de actualización prevé un Estado con estructuras más sólidas, armas más potentes y un control social cada vez más penetrante. El ensayo general tuvo lugar durante los años de gestión de la pandemia del Covid-19. Y ha salido bien. En tiempos de emergencia, la tendencia de la sociedad en su conjunto ha sido de sumisión cuando no de explícita necesidad de que estuviera el Estado, como sola y única respuesta posible.
Esta reestructuración puesta en marcha para apuntalar el edificio estatal ha incrementado no tanto por las guerras intercapitalistas que los patrones se declaran entre sí, como por controlar y gestionar la inmensidad de explotados que el mismo capital, con su propia dirección, está instigando a la revuelta. En este contexto de “trabajos en curso” hacia un futuro próximo cada vez más aterrador, las ideas anarquistas revolucionarias siguen siendo un peligro concreto porque estas, afirmándose en la vertiente de la vida sin medias tintas, representan el único camino transitable hacia la liberación contra el régimen de muerte organizado por el Estado y el capital. En estos tiempos de guerra la unión teórico-práctica del anarquismo puede ser un potencial y poderoso estímulo, expresando toda su consistencia en términos revolucionarios, ya que puede enfatizar de forma significativa el derrotismo, la deserción, el ataque directo contra los responsables.
Las operaciones represivas dirigidas a golpear las publicaciones anarquistas se sitúan en esta óptica. No se trata de ataques contra la “libertad de opinión”. Los revolucionarios no expresan opiniones, tienen ideas que encuentran vida en las prácticas de ataque y viceversa. La libertad de expresión, de prensa, así como la de movimiento, de pisar parterres, no tienen ningún sentido: se abusa de la palabra libertad, desmenuzándola, dividiéndola en parcelas para que sea posible fingir que se concede generosamente cual migas para las palomas. Sin embargo, la libertad es una e indivisible. Nosotros anarquistas la contemplamos sólo como libertad integral. Estas operaciones represivas tampoco son una novedad de los tiempos que corren, ni una “deriva fascista” de la democracia, etc.. En todas las ocasiones en que los Estados se han enfrentado al riesgo real o potencial de insurrecciones se han refugiado rápidamente, golpeando de igual forma a individuos y grupos subversivos como a la propaganda revolucionaria. El Estado necesita que su verdad sea exclusiva; cualquier otra que represente un peligro real para su propia supervivencia viene rápidamente erradicada, desde que existe el Estado.
Con el fin de consolidar la advertencia represiva contra el movimiento, los órganos del Estado han desarrollado una tendencia a atribuir la realización de acciones por parte de compañeros a un previo trabajo “instigador” por parte de las publicaciones anarquistas. Esto, por un lado, demuestra la escasa capacidad de las fuerzas represivas de encontrar a quienes realizan las acciones (a pesar del control capilar desplegado), por otro es indicativo de la necesidad de golpear las publicaciones en cuanto tales.
Las recientes operaciones represivas contra las publicaciones anarquistas muestran analogías en este sentido con lo que sucedía hace más de cien años. Las llamadas leyes anti-anarquistas, como las “lois scélérates” [leyes perversas] establecidas en Francia a finales del siglo XIX, tienen similitudes profundas con los procedimientos recientes, en primer lugar contra “KNO3”, la última edición de “Croce Nera Anarchica”, “Vetriolo” y recientemente el quincenal anarquista internacionalista “Bezmotivny”.
La operación represiva del 8 de agosto de 2023, denominada Scripta Scelera, está dirigida contra diez compañeros acusados de participación en asociación subversiva con finalidad de terrorismo y subversión del orden democrático (en referencia a la Federación Anarquista Informal) y de instigación a la delincuencia con el agravante de finalidad de terrorismo por la publicación de “Bezmotivny”. En el contexto de las investigaciones que han llevado a esta operación, el fiscal Manotti, de la Direzione Distrettuale Antimafia e Antiterrorismo de Génova había pedido en dos ocasiones (julio 2022 y marzo 2023) diez arrestos en prisión. La segunda petición a desembocado en la ordenanza del juez de instrucción que ha llevado a la operación del 8 de agosto.
En la investigación Scripta Scelera la ecuación policial es a grosso modo la siguiente, parcialmente copiada del procedimiento Sibilla contra “Vetriolo”: ¿editas o apoyas un periódico en el que se publican textos reivindicativos y se afirman las razones del ataque –no esporádico, entendido al interno de una óptica estratégica, revolucionaria, internacionalista– contra estructuras y representantes del Estado y el capital? Entonces pones en marcha la “propaganda instigadora” que contribuye a mantener viva la FAI-FRI y el periódico sería un instrumento con el que la misma se mantiene viva. El Estado, con el objetivo de “erradicar” a los anarquistas necesita “intensificar la lucha contra su método de propaganda”.
Alfredo Cospito, ya condenado por la publicación “KNO3” y “Croce Nera Anarchica” en el contexto de los procesos Shadow en Perugia y Scripta Manent en Turín, y recientemente involucrado en la investigación Sibilla, en el transcurso del juicio de Turín expuso claramente la naturaleza de la participación de los compañeros en las publicaciones, desmontando con la evidencia de la realidad lo que instrumentalmente afirmaban las fuerzas represivas:
«Hoy me encuentro en la sala del tribunal para oponerme a vuestras represalias, a vuestro mezquino intento de sentar en el banquillo de los acusados a “Croce Nera Anarchica”, histórico periódico del movimiento que con sus altos y bajos, desde los años ’60 desempeña su papel de apoyo a los prisioneros de guerra anarquistas.
En vuestros delirios fascistoides intentáis hacer pasar “Croce Nera” como órgano de prensa de la FAI-FRI. No llegaron tan lejos ni siquiera en 1969 en plena campaña anti-anarquista. En la época, vuestros colegas, una vez obtenida su porción de carne humana con el asesinato del fundador de la “Crocenera” italiana, Pinelli, se limitaron a incriminar compañeros por hechos específicos, todos sabemos como acabó aquello. Ahora que la sangre escasea no os limitáis a acusar de acciones concretas a cuatro camaradas, vais más lejos, hasta el punto de criminalizar toda una parte del movimiento. Todos los que han participado en la redacción de “Croce Nera”, los que han escrito sobre ella o han asistido a sus presentaciones públicas, en vuestra óptica inquisidora todos forman parte de la FAI-FRI. Mi orgullosa participación en la redacción de la “Croce Nera” y de otros periódicos anarquistas no los convierte en órganos de prensa de la FAI-FRI. Mi participación es individual, todo anarquista es una mónada, una isla aparte, su contribución siempre es individual.
[…] Que se os meta en la cabeza, la FAI-FRI, sin desmerecer la contrainformación, no edita periódicos ni blogs. No necesita espectadores o forofos o especialistas de la contrainformación, no basta mirarla con simpatía para formar parte de ella, hace falta mancharse las manos con acciones, arriesgar la propia vida, ponerla en juego, creer realmente en ella» (Alfredo Cospito, “Declaración por el inicio del proceso Scripta Manent”, Turín, en videoconferencia desde la cárcel de Ferrara, 16 noviembre 2017).
En este sentido “Bezmotivny” –como sucedía con la última edición de “Croce Nera Anarchica” y “Vetriolo”– es definido obsesivamente como clandestino, recalcando la trillada tesis del “doble nivel” (uno explícito, evidente, el otro clandestino, ilegal). Partiendo de este supuesto, «detrás» del periódico se encontraría la expresión de una organización específica dedicada a la realización de esa «propaganda instigadora» que preocupa a los señores en cuanto expresión de esos «conceptos estratégicos en la orientación y mecanismo de la propaganda instigadora» que guiarían nuestro actuar como anarquistas. Ahora bien, no tenemos necesidad de rebatir las acusaciones e inferencias de la policía: no reconocemos el Estado ni sus aparatos como interlocutores, nuestras reflexiones dirigidas a compañeros y al movimiento son prerrogativa del propio movimiento, no objeto de los jueces. Dicho esto, es evidente que la realización de acciones por parte de compañeros –sean grupos o individuos– no se debe atribuir a esa “propaganda instigadora” imaginada por las fiscalías antiterroristas y por las agencias de inteligencia. Y sería incluso demencial tener que explicarlo. Del mismo modo, es un hecho que estos periódicos –no nuestros, sino instrumentos para el movimiento y para profundizar el conflicto revolucionario– son evidentemente no clandestinos, se distribuyen abiertamente en iniciativas y círculos, se envían por correo, a veces se discuten en encuentros y debates, etc. Sin embargo, esta constatación no debe ir seguida de una postura oportunista destinada a defenderse (para “salvar el culo”) de la acusación de publicar un periódico clandestino. La intención declarada de las fuerzas represivas es dar una advertencia, hacer que nos escondamos empujando a espacios y publicaciones a una especie de “clandestinización” forzada. No lo aceptamos. No desaprobamos la clandestinidad, precisamente por eso sigue siendo una posibilidad, una elección, a veces incluso una necesidad individual impuesta por las circunstancias, pero ciertamente no es una condición generada por la ofensiva represiva más amplia desarrollada en los últimos años contra las minorías revolucionarias.
En lo que respecta más estrictamente al periódico, el juez de instrucción no oculta el hecho que considera necesarias las medidas cautelares con el objetivo “de obstaculizar tanto la actividad que conduce a la realización de cada número como el resto de actividades relacionadas” definiendo así el procedimiento legal en términos preventivos, en la línea de una tendencia que –lejos de ser propia del juez– es ante todo expresión de coordenadas y directrices mucho más amplias, dispuestas por la Direzione Nazionale Antimafia e Antiterrorismo y fruto de una tendencia más general a la aniquilación de toda minoría revolucionaria.
En el plano de la continuidad histórica, el Estado, además de la represión siempre ha necesitado mostrase en una evidente óptica de mistificación de la realidad y no es menos cuando se trata de escribir la historia de acciones o individuos revolucionarios, tanto en sus propios medios de información como en los tribunales. Presentar a los anarquistas como “delincuentes comunes” primero y como “mafiosos” después es visión de futuro, una elección premeditada que ha permitido reprimir incluso la simple expresión de ideas revolucionarias sin poner en peligro el paravientos de la “libertad de expresión”, así como para hacer que el 41 bis pase a ser un instrumento represivo contra los revolucionarios.
En la misma óptica, la ilógica insistencia en el “rol apical y orientativo” de Alfredo Cospito no es una elección aleatoria dictada por la deficiencia intelectual de los hombres grises de tribubal. Mistificar la realidad tiene el doble propósito de poder golpear más fácilmente con las leyes democráticas a disposición, sin acrobacias para cambiarlas en sentido totalmente autoritario, además de la evidente voluntad de debilitar la acción revolucionaria.
El intento de mistificación y debilitamiento va mucho más allá de los límites de la fantasía, tanto que el fiscal, antes de dormir, se cuenta la historia de los diligentes caballeros de la fiscalía que, a golpe de operaciones represivas, han cerrado “Croce Nera Anarchica” y “Vetriolo” y que tendrán éxito en la valiente empresa también con “Bezmotivny”. A este imbécil se le escapa algo: la moraleja de las fábulas es aquella en la que los jefes “vivieron todos felices y contentos”, pero la realidad es otra. De hecho, las publicaciones anarquistas citadas no han cerrado o, si han decidido interrumpir el proyecto no ha sido a causa de la represión.
Contra toda narración mistificante y desempoderadora, también aquellas dentro del movimiento, “Bezmotivny” contiene en si un doble peligro para el Estado: tiene una clara perspectiva revolucionaria y apoya las acciones de ataque que de otro modo serían silenciadas o mistificadas. «A pesar que no se puede pretender que todos los compañeros estén de acuerdo con los métodos y prácticas revolucionarias (¡la hegemonía no es lo nuestro!), obviamente sería más difícil para el Estado golpearnos si defendiésemos alto y claro las prácticas de las que están acusados los anarquistas en prisión (y también las que siguen ocurriendo) […]. No solo, en los últimos años se ha hablado mucho sobre restituir la credibilidad al anarquismo. Pues bien, no lo conseguiremos restando dignidad a una acción realizada […]. Entonces ¿por qué despreciar el valor destructivo de quien se arriesga? Qué –y para obtener qué– se está diciendo cuando se resta potencia a los hechos con el lenguaje?» (Luigi, “Debilitación de la propaganda y de la acción anarquista”, “Bezmotivny”, año II, n. 18, 26 septiembre 2022.).
Asumir la responsabilidad de publicar reivindicaciones y noticias de acciones y de ataque a las estructuras del Estado y el capital significa dejar a quien lee la posibilidad de interpretarlas sin ideas preconcebidas, pero sobre todo reafirmar –como siempre se ha hecho públicamente en las páginas del periódico– el carácter justo/la validez, las razones del ataque.
Las fiscalías antiterroristas hace tiempo que tratan frenéticamente de “detener” a los anarquistas. Con las investigaciones que se han sucedido en los últimos años contra algunos periódicos básicamente se nos “recrimina” por ser lo que somos. Los inquisidores han procedido con rapidez en las investigaciones haciendo descubrimientos sorprendentes: los anarquistas son anarquistas, dan vida a círculos anarquistas, publican periódicos en los que se apoyan las razones del anarquismo, solidarizan con los explotados de todo el mundo y también con sus compañeros encerrados. Estamos seguros que estos procedimientos continuarán, con nuevas solicitudes de arresto y declaraciones rimbombantes. Aun así –que se acostumbren los partidarios diligentes de la razón de Estado– no vacilaremos en seguir con la publicación de los periódicos: vitriolo en la inmaculada conciencia del enemigo de siempre, palabras para algunos seguramente sin motivo, frente a los mil motivos para seguir luchando. Del mismo modo, seguiremos luchando para frustrar los intentos de criminalizar el principio teórico y práctico de la solidaridad: tanto la internacionalista y revolucionaria con los explotados de todo el mundo –contra todo Estado (empezando por aquí, con el italiano) y contra todas las guerras de los patrones– como la dirigida a los compañeros prisioneros.
A propósito de solidaridad con los compañeros en prisión, en esta investigación se incluye como agravante la realización de iniciativas en el contexto del movimiento de solidaridad internacionalista desarrollado antes y durante la huelga de hambre contra el 41 bis y el ergastolo ostativo por parte de Alfredo Cospito, además de la publicación de textos reivindicativos, informativos y de análisis durante los 11 meses de movilización. Hemos apoyado la movilización y reivindicamos completamente las razones y la perspectiva. Junto a la gran resistencia del compañero, el movimiento de solidaridad ha hecho que el Estado no consiguiese su propósito de aniquilar por completo a Alfredo, es decir, que además del 41 bis tuviera que ser condenado a la perpetua irreducible (hasta el veredicto del constitucional del 18 de abril, tal condena era prácticamente segura ya que la “masacre política” prevé la pena mínima del ergastolo). Además, la movilización ha puesto un bastón entre las ruedas a la ofensiva represiva contra anarquistas y revolucionarios. Este movimiento de solidaridad internacional –con su connotación radicalmente revolucionaria y aun con todos los límites existentes en el seno del movimiento anarquista contemporáneo– ha sido un fuerte elemento de perturbación de la paz social en este país.
Comprobado que el Estado en cuanto organización estructurada tiene como objetivo principal su propia supervivencia y que, sobre todo en un periodo de guerra, para ello debe erradicar necesariamente cualquier “enemigo interno”, damos por sentadas las operaciones represivas contra la propaganda anarquista revolucionaria. Las tenemos en cuenta en nuestro actuar, por eso seguiremos perseverando, sin renegar ni del carácter justo del ataque ni de la necesidad de difundirlo y propagarlo. El Estado pretende dar una advertencia ante los actos de revuelta y las acciones revolucionarias: o el silencio o la condena. Por nuestra parte, no, no hemos aprendido la lección, y nunca la aprenderemos.
Las razones del anarquismo no proponen acomodación, coexistencia, tregua. No son las de la decepción ante el enemigo de siempre, las de la resignación desdeñosa, las de la morigerada indiferencia. Son razones cuestionadoras, porque no pretenden preservar la vida a la espera, sino mezclar el ímpetu del sueño y el riesgo de la acción, la determinación de la voluntad y la fuerza de la necesidad. Y así es como a lo largo del tiempo nos hemos planteado algunas preguntas ineludibles. A estas han seguido respuestas a menudo difíciles, que hemos afrontado con la conciencia del camino emprendido, conscientes de que la destrucción del viejo mundo nunca vendrá de algún determinismo inescrutable de la historia, de alguna fuerza ciega o subterránea del destino, de algún miserable distanciamiento dictado por una aún más miserable voluntad de autoconservación. Por eso no limitamos nuestras aspiraciones a unas pocas “islas felices”, sean lugares concretos o congregaciones de intelectuales, sino que perseguimos siempre la realización de la idea indecible, deseando ardientemente la destrucción del mundo del que somos prisioneros. Por eso no nos quedaremos impasibles, indefensos ante el aterrador abismo del presente, sino que siempre seguiremos luchando por aquello en lo que creemos. Y a los que prudentemente siguen sosteniendo que el juego no vale la pena, a los que quieren generalizar su desconcierto imponiéndolo como condición democráticamente a todos, siempre responderemos que –frente a un enemigo que espontáneamente nunca dará un paso atrás– hace tiempo que renunciamos al cálculo. Por eso cada adversidad, cada sensación de desconcierto, no son más que fantasmas destinados a desvanecerse.
Veronica
Franceso
Carrara, 23 agosto 2023