«Esta es la lacra a la que llamáis civilización» Palabras vivas desde la audiencia preliminar de la op. Sibilla (enero 2025)

Tras conocer con alegría el sobreseimiento general en la operación sibilla, traducimos y difundimos las declaraciones de Alfredo, Francesco, Michele, Matteo, Sara y Paolo durante la vista preliminar en Perugia del 15 enero 2025.

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Publicamos las declaraciones leídas (una de ellas presentada y leída por el abogado de un compañero que no pudo estar presente) por algunos de los compañeros y compañeras anarquistas acusados en el proceso Sibilla durante la audiencia preliminar del 15 de enero de 2025 en Perugia. Entre los acusados, Alfredo Cospito, conectado por videoconferencia desde la cárcel de Bancali (en Sassari) donde está encarcelado en 41 bis, también leyó una declaración. Recordemos que la audiencia terminó con la no imputación de todos los cargos a todos los acusados, decretando la resolución definitiva de un proceso infame que, además de pretender silenciar la propaganda anarquista revolucionaria, desempeñó un importante papel en el traslado de Alfredo al 41 bis.

Durante unas horas Alfredo ha podido escuchar la voz de sus compañeros, ver sus caras y hablar, rompiendo así el manto de silencio en el que tratan de enterrarlo. Y esto es sin duda más emocionante que ninguna decisión tomada por cualquier burócrata del Estado. En particular, las propias palabras de Alfredo resuenan como una poderosa denuncia del horror totalitario del 41 bis. Esas huellas de manos de niños en el cristal divisorio de la sala de visitas deberían sacudir las conciencias de quienes aún tienen conciencia.

No sabemos hasta qué punto ha podido influir la intervención de los compañeros en la decisión del tribunal de no aventurarse en un juicio de por sí tambaleante. No obstante, el 15 de enero quedó claro que las posibles vistas posteriores habrían sido sin duda una oportunidad para intervenir, rompiendo el manto de aislamiento del 41 bis, por parte de Alfredo y los demás compañeros acusados.

Ciertamente, no debería hacer falta un juicio como éste para impulsar momentos de movilización contra la vergüenza internacional del 41 bis y, en el caso concreto de Alfredo, a partir de hoy las justificaciones para mantenerlo en este régimen especial han perdido un importante eslabón. Para hacerles pagar el precio de esta contradicción, es más urgente que nunca tomar otros caminos y reactivar las iniciativas contra el 41 bis y las políticas belicistas y represivas de los Estados.

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Declaración leída por Alfredo Cospito durante la audiencia preliminar del proceso Sibilla

Hoy, vosotros, representantes del brazo judicial de esta república, nos juzgáis por pintadas en las calles, por nuestras palabras, por nuestros libros y periódicos, forzando así a la anarquía a pasar a la clandestinidad. No somos los únicos, con un gobierno post-fascista la censura y la represión se están extiendiendo a todo el cuerpo social, acelerando la transición de una democracia totalitaria a un régimen tragicómico ‘de opereta’ [sin credibilidad, ridículo – ndt]. Dicho esto, debo daros las gracias: después de un año de silencio, gracias a vuestra vergonzosa y anacrónica persecución, se me permite expresar públicamente mis pensamientos. Aunque sea de forma remota, aunque sea por el tiempo que dura un aleteo, hoy puedo arrancarme la mordaza medieval del 41 bis que un gobierno de centro-izquierda me ha aplicado hace algún año para acallar una voz incómoda, por minoritaria e irrelevante que fuera, pero sin duda enemiga de esta vuestra democracia. Estos dos años de régimen especial me han abierto definitivamente los ojos respecto a la verdadera cara de vuestra ley, de vuestras garantías constitucionales, revelándome un sistema criminógeno [1] de totalitarismo tan obsceno como burdo y asesino.

Hoy se nos juzga en un proceso inquisitorial basado en una entrevista realizada a través del correo ordinario de la cárcel, y no como pretende hacernos creer la acusación, a través de una visita con mi hermana, llevada al tribunal por el mero hecho de seguir visitando a su hermano impertérrita. Estrategia clásica de todos los regímenes autoritarios del mundo, utilizada con regularidad en el 41 bis, para hacer tierra quemada de cualquier vínculo afectivo con el mundo exterior.

En cada visita que recibo, es representativo ver las huellas de manos de niños en el cristal blindado que los separa de sus padres o de sus madres. Pero, después de todo, ¿qué se puede esperar de una democracia que mete a los niños en la cárcel?

Por supuesto que asumo toda la responsabilidad de la entrevista, motivo por el que hoy me encuentro en 41 bis, igual que asumo la responsabilidad de todos mis escritos, el último en orden cronológico el pequeño ensayo sobre el MIL en la España postfranquista escrito en régimen de Alta Seguridad antes de ser trasladado a esta tumba para vivos y que estoy seguro de que si no se ha publicado ya, pronto se publicará.

Y ahí radica la particularidad de mi historia judicial. Puesto en este régimen para silenciarme definitivamente con la acusación de rol dirigente, tal como definís mi papel en vuestro retorcido y enrevesado lenguaje. Un mal precedente judicial, con inquietantes implicaciones. Haber conseguido imponer la tesis de que un anarquista puede desempeñar un papel de dirigente, un papel intrínsecamente autoritario, y por tanto incompatible con lo que es el pensamiento mismo de la anarquía, abre de par en par las puertas del 41 bis a cualquiera que incomode al poder, sean revolucionarios individuales o movimientos radicales, además de facilitar procesos penales anómalos como el que hoy tengo que presenciar como acusado. Digo esto porque creo firmemente que mi traslado al 41 bis y este juicio en sí son fundamentalmente un ataque a la libertad de pensamiento y de prensa. Este es el centro de la cuestión, el meollo de este juicio.

El peligro del 41 bis no puede reducirse a un jerarca ‘de opereta’ que tiende una patética trampa a una oposición igualmente ‘de opereta’ (mi traslado heterodirigido hace dos años de una sección a otra ante la llegada de políticos desde Roma para montar un teatrillo con figurantes más útiles). Su verdadero peligro es algo mucho más oscuro, un formidable potencial atajo represivo en caso de conflicto social. Qué mejor manera de silenciar los movimientos y la oposición radical a un régimen de excepción ya activo y testado. Un estado de excepción en el que se suspenden muchos derechos, en el que reina la censura absoluta, ya probada durante décadas de práctica sobre el terreno. ¿Quiénes serán los primeros en experimentar en su piel este régimen especial? ¿Los compañeros que luchan por Palestina? ¿Los y las anarquistas que impertérritos siguen hablando de revolución? ¿Los comunistas y las comunistas que nunca se rindieron? Cuatro de ellos llevan décadas resistiendo con orgullo a este régimen en absoluto aislamiento, sin doblegarse jamás.

Si la guerra imperialista de Occidente traspasa las fronteras de Ucrania en reacción e irrumpe en nuestros hogares, si los conflictos sociales superan el límite sostenible de un mecanismo tambaleante, o incluso si la transición suave y gradual hacia un régimen no es factible, el 41 bis gracias a su propio barniz de legalidad será la herramienta represiva ideal para una anestesia social forzada, una especie de aceite de ricino para volver a meter en cintura a los recalcitrantes, un golpe de Estado gradual y legal. Y esto explicaría por qué se necesita un régimen de emergencia en ausencia de una emergencia real. Para que la gente acepte este forzamiento, esta aberración de su propia ley, qué mejor caballo de Troya que la lucha contra los villanos por excelencia: los mafiosos. Gente indefendible, convertida en irredimible por los mismos políticos que primero los utilizaron para el trabajo sucio y luego los enterraron aquí para evitar recriminaciones por favores hechos y nunca devueltos. Un secreto a voces que ya no sorprende a nadie.

Con la excusa de luchar contra las mafias habéis pisoteado vuestras propias leyes, traicionando la Constitución habéis revelado su inconsistencia y su verdadera esencia de hoja de parra [2]. Con la excusa de luchar contra las mafias habéis promulgado una especie de persecución étnica. Aquí conmigo, sólo calabreses, campanos, sicilianos, apulianos y, por supuesto, romaníes, los hijos impresentables de un sur poblado por ciudadanos de segunda. Personas detenidas a veces sólo por su apellido. Personas a las que se les niegan derechos teóricamente inviolables para empujarlas al arrepentimiento, que en vuestra aberrante concepción del derecho toma la forma de denunciar al propio padre, madre, hermano o hermana. Abogados acusados de complicidad cuando no se dejan intimidar por el fiscal Torquemada, visitas blindadas sin contacto físico ni humano, en las que se cubren con esparadrapo los tatuajes a los familiares, se les filma y registra en busca de pretextos para detenerlos e interrogarlos. Una espada de Damocles que pende constantemente sobre sus cabezas para aterrorizar a quienes, impertérritos, siguen sin querer abandonar a sus seres queridos. Un terrorismo de Estado que pretende privar al preso de la solidaridad más natural, la de hijos, esposas, maridos, madres, que es la única solidaridad que la gente de aquí puede permitirse y comprender. Una técnica represiva que deshumaniza privando de la solidaridad y la empatía humanas. Llegados a ese punto, se le puede hacer cualquier cosa al preso porque ya no es un ser humano, es sólo un número al que sacar información. Y en el caso que un sujeto a torturar no se doblegue privándole de toda esperanza con el aislamiento asesino, ergastolo ostativo hasta la muerte.

Una concepción del derecho digna de vuestra ética. Esta es la lacra a la que llamáis civilización.

Alfredo Cospito

ndt

1- En italiano «generador de delincuencia», en lenguaje sociológico término utilizado para referir los fenómenos de patología social (como el aumento de la delincuencia, o más sencillamente la desviación) a factores internos de las instituciones y formaciones sociales (instituciones criminógenas) o de la propia sociedad (sociedad c.) en la que se producen. En este caso sistema criminógeno.

2- Hoja de parra, en italiano foglia di fico (con la que se cubrieron Adán y Eva en el libro Génesis de la Biblia) es una expresión utilizada como metáfora para indicar la intención de ocultar, en el mejor de los casos, una acción deshonesta, fingiendo hacer una cosa, pero haciendo en realidad algo muy distinto de lo que se quiere hacer creer que se está haciendo.

– Ergastolo ostativo, cadena perpetua sin posibilidad de reducción ni ningún otro derecho con que cuentan el resto de reclusos.

 

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Declaración entregada por Francesco Rota en la audiencia preliminar del proceso Sibilla

Nunca habría escrito esta declaración si no hubiera considerado que no solo se está atacando una trayectoria de análisis y de reflexión crítica, y por tanto una parte importante de mi vida, sino sobre todo a un compañero anarquista que el Estado ha querido sepultar bajo un manto de aislamiento destinado a su aniquilación, ya que según los órganos antiterroristas representaba décadas de experiencia en la lucha revolucionaria. Por otro lado, estaba claro que el traslado al 41 bis y la cadena perpetua equivalían a un intento de aniquilación. Sin embargo, el movimiento de solidaridad internacional de los años 2022-’23, con la fuerza de las acciones emprendidas, rompió primero el silencio y más tarde alteró el precario equilibrio político en el que se basaba este intento.

Después de algunos años de investigaciones por parte de la Fiscalía de Milán, destinadas a intentar vincular de alguna manera a los acusados con acciones de ataque, la Fiscalía de Perugia heredó, en el marco de una investigación sobre un local anarquista, los actos de investigación relativos a la redacción y distribución del periódico por el que ahora se nos acusa. Volviendo a los últimos años, he aquí la descarada intención de utilizar este procedimiento como un apoyo a la aplicación del 41 bis contra Alfredo Cospito. Esta intención, unida al continuo ataque a las publicaciones anarquistas revolucionarias como parte de la política beligerante de los últimos ejecutivos, es por tanto una de las razones por las que hoy presento este comunicado. En este sentido, expreso de nuevo y sin medias tintas mi solidaridad con Alfredo Cospito, reafirmo lo ya manifestado en la audiencia de revisión de las medidas cautelares del 14 de marzo de 2023 y reitero las razones de mi visceral participación en la movilización de 2022-’23 contra el 41 bis y la cadena perpetua hostil.

¿Cómo podemos actuar contra el giro tecnológico global que se está produciendo desde hace décadas, combatiéndolo ahora, antes de que sea demasiado tarde? ¿Qué implicaciones para la confrontación social y la lucha revolucionaria tienen el proceso tecnológico en curso y los cambios que se han producido en la realidad social en las últimas décadas? ¿Y cómo podemos prepararnos para ello? ¿Qué enfrentamiento puede tener lugar en una sociedad en la que las capacidades de lucha de clases y de organización se manifiestan con extrema dificultad? ¿Quiénes son hoy los explotadores, los patrones? Estas son algunas de las preguntas que se plantean en las páginas del periódico acusado, donde la fiscalía pretende ver a toda costa instigación y capacidades de orientación y de terrorismo. Sin embargo, no es eso lo que quiero decir: los análisis en el terreno de la lucha revolucionaria no son asunto de los tribunales, que por su propia constitución no pueden comprender la esencia de las luchas de los anarquistas.

Conozco el anarquismo desde que tengo uso de razón y, maravillado, sin que nadie me indicase ningún camino, descubrí las ideas y prácticas anarquistas mediante las palabras de los compañeros, por su ejemplo y por los escritos que se encuentran en esa propaganda anarquista que hoy se persigue como incitación al delito con el agravante de la finalidad terrorista. Es difícil, por tanto, describir lo que significaron para mí los textos anarquistas, con su densidad y profundidad de análisis de la realidad social: algunos tenían la capacidad reveladora de arrojar luz sobre aspectos sólo aparentemente marginales que nunca antes había considerado, relativos a las cosas del mundo y de la vida en su totalidad; otros, en cambio, me chocaban por ser una bofetada contra todo acomodo y contra toda concesión.

El anarquismo no sólo implica la existencia de un movimiento, el anarquista, que sólo a costa de una burda simplificación podríamos definir ante todo como un movimiento político, sino que siempre ha sido algo más, algo profundamente distinto que habla del sueño y de la posible realización de una vida diferente, radicalmente distinta de la que tenemos hoy. El anarquismo implica poner en peligro nuestra seguridad, el debilitamiento de nuestras garantías, de muchas de nuestras certezas. Luchar por la anarquía significa, por tanto, entrar inevitablemente en la dimensión de riesgo connatural al deseo de libertad integral, auténtica, no ciertamente las “libertades” democráticas artificiales de las que tribunales, inquisidores y mayordomos del Estado se erigen paladines.

Mi conocimiento del anarquismo ha sido, por tanto, una enorme fortuna, y hoy no puedo dejar de pensar en la ausencia de un anarquista, de mi padre, que hizo posible esta fortuna, desligando las intuiciones del corazón de las correas de la lógica mezquina y elevando ese grito de libertad que clama en nuestros corazones.

Comprenderéis, pues, que no me dirija hoy a vosotros para mendigar algo, para formular justificaciones, para iniciar un enfrentamiento, para negar algo que para mí no es sólo la pasión de toda mi vida, sino la esencia indisoluble de mis ideas, de mi vida misma.

Francesco Rota

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Declaración leída por Michele Fabiani durante la audiencia preliminar del proceso Sibilla

La retórica legalista concibe el juicio como un momento en el que se establecen verdades, en el que un sujeto dotado de voluntad debe asumir voluntaria o involuntariamente la responsabilidad de actos dolosos. Hasta el punto de que se llega a absolver cuando se establece que el acusado no es capaz de comprender ni lo pretende. No he creído en nada similar en toda mi vida: me parece basura ideológica propia del liberalismo burgués el aplastar las necesidades básicas, las secundarias, las condiciones materiales, la formación personal, los impulsos inherentes a los conceptos de culpabilidad e inocencia. Pero hoy quiero perseguir, en la economía de esta intervención, el lugar común. Entre otras cosas porque hoy se celebra el probable comienzo de un juicio particular, un juicio contra libros y periódicos.

¿Qué tipo de verdad oculta la Operación Sibila? ¿Y qué responsabilidad asumen los protagonistas?

En aras de la coherencia, empezaré por mi propia responsabilidad. He escrito artículos, he publicado y difundido prensa anarquista, he publicado libros anarquistas. He publicado, a través de ediciones Monte Bove, el libro ¿Qué internacional? de Alfredo Cospito y muchos otros. Y estoy tan orgulloso de haberlo hecho que, precisamente el pasado octubre –en un gesto deliberadamente provocador hacia la anterior audiencia preliminar– imprimí la tercera edición.

Sin embargo, también hay responsabilidades que deben asumir quienes apoyan la acusación, en un juicio en el que los libros y periódicos son el cuerpo del delito. Lo digo con total sinceridad, realmente no puedo entender cómo el Estado es incapaz de comprender una evidencia tan elemental: desde tiempos inmemoriales, quien es censurado, amordazado, internado, torturado por sus ideas gana popularidad y fama por la propia acción de censura. Todo el mundo sabe quiénes son Sócrates y Giordano Bruno, no creo que nadie aquí conozca los nombres de Meleto o del cardenal Giulio Antonio Santorio.

¿De qué lado de la historia os sentáis?

Cuando se trata de responsabilidad, hay una que es mayor que todas y que francamente desborda los tecnicismos jurisprudenciales. Cuando se trata de la verdad, no puedo ocultar la verdad más vergonzosa de este juicio. Mientras debatimos sobre el proceso penal hay un elefante en la habitación. Justo aquí.

Simplemente no puedo omitir el escándalo de que un coacusado, un compañero mío, esté encerrado en 41 bis y conectado por videoconferencia. Cuando hablamos de la verdad, nadie puede negar que esta investigación jugó un papel central en la decisión de encerrar a Alfredo Cospito en el 41 bis. El Ministro de Justicia habló de ello en el Parlamento, el propio Fiscal Jefe Cantone habló de ello durante una audiencia.

Esto es un escándalo no sólo porque el 41 bis es una vergüenza internacional, un régimen penitenciario de tortura que nadie debería sufrir. Sobre todo es un escándalo porque los anarquistas decimos las cosas claras. En este libro, ¿Qué internacional?, no encontraréis una cábala de mensajes crípticos. ¡Los escritos de anarquistas no son ‘pizzini’! [papelitos mediante los que supuestamente pasan sus ordenes los capos mafiosos – ndt] Tampoco encontraréis órdenes, porque los anarquistas no tienen jefes y no siguen órdenes de nadie.

Los libros no sirven para dar órdenes, sino para razonar con el propio cerebro. Los libros enseñan a desobedecer las órdenes. Por eso dan tanto miedo.

Además, este proceso genera algunas contradicciones interesantes. Considérese el hecho de que no soy libre de enviar este libro, como tampoco soy libre de enviar el periódico «Vetriolo» a Alfredo en la cárcel. Esto resulta sencillamente absurdo, porque es evidente que no oculto en las tapas de ¿Qué Internacional?ninguna hoja de afeitar, ni un transceptor, ni estupefacientes, ni he paginado el libro de tal manera que su lectura pudiera contener mensajes codificados según una ingeniosa clave de rompecabezas. A decir verdad, ni siquiera la acusación alega esto.

Que estas disposiciones se apliquen contra nuestro compañero debe hacernos reflexionar sobre tres consideraciones importantes. La primera, que la forma de pensar y de actuar del carro antimafia-antiterrorista se inspira en lo que podríamos llamar «pensamiento paranoico». La segunda, que estas medidas son aún más absurdas para un anarquista. La tercera, que en realidad estas medidas no tienen ninguna razón preventiva, sino que persiguen un único fin: la aniquilación del prisionero.

Esto también genera un cortocircuito con respecto a este nuestro proceso judicial. ¿Cómo puede defenderse Alfredo de una acusación relativa a sus ideas y escritos si no puede leerlos? Evidentemente, no basta con los escritos de la acusación, que contienen pasajes deliberadamente seleccionados.

También hay contradicciones aún mayores producidas por el contexto general. Evidentemente, investigaciones como ésta se inscriben en el contexto de guerra en que todos estamos inmersos. De hecho, existe una estrecha relación entre la guerra y la censura. Cuando un país está en guerra, hay cosas que no se pueden decir y hay informaciones que no pueden circular. El 41 bis a Alfredo Cospito, la operación Sibilla, las leyes liberticidas contra las huelgas y las protestas en las cárceles como las contenidas en el proyecto de ley ex 1660 (ddl 1660) son a todos los efectos expresiones de políticas de guerra.

Si bien se trata de una necesidad operativa, también genera una contradicción: ¿con qué cara puede el Estado italiano pedir sacrificios a los trabajadores, subir el coste de las facturas o del combustible, alegando que son sacrificios necesarios porque hay que luchar contra las autocracias o contra algún pérfido régimen de Oriente Medio, mientras que al mismo tiempo juzga libros y periódicos y encierra a opositores políticos en 41 bis? Un Estado que nos juzga por nuestro discurso violento mientras exporta armas a Israel y Ucrania.

En este terreno el Estado es débil, y un proceso judicial como éste puede ser una oportunidad para alimentar la lucha en lugar de reprimirla. El actual giro autoritario forma parte de las medidas de guerra contra el enemigo interno. Pero tanto traqueteo de tropas no ha servido para nada.

El asunto Cospito ha resultado ser un boomerang que les ha vuelto en toda la cara a quienes lo orquestaron. Querían cerrar la boca al compañero y sus ideas nunca tuvieron tanta difusión. Las publicaciones de los escritos de Alfredo se multiplicaron. ¿Qué Internacional? tuvo tres ediciones y siete reimpresiones. Hubo decenas de manifestaciones, marchas, batallas callejeras. El anarquismo se revitalizó tanto que incluso nacieron nuevas canciones anarquistas, quizá después de medio siglo. Ha habido –leí en una página web– casi ciento veinte acciones directas destructivas en el mundo. Las acciones simbólicas o de desobediencia civil, las pancartas, las pintadas, los cubos de pintura, la ocupación de teatros o de la sede de Amnistía Internacional o de una emisora de radio, se cuentan por miles.

Os engañáis a vosotros mismos si creéis que esto se puede parar tapando la boca a un solo compañero. Mentís si afirmáis que todo esto fue movido por la mente diabólica de un agitador, un instigador. Es más, vosotros mismos os habéis metido en este lío. Desde luego, si la clase dirigente de este país está formada por Delmastro y Donzelli, Manuela Comodi o Roberto Sparagna, Alfredo Cospito parecería un gigante en comparación. Y aún hoy, aquí dentro, como cantaba el poeta, los enanos siguen pidiendo censura contra los temibles gigantes.

No temo este juicio porque un juicio contra libros y periódicos es uno en el que incluso para el público en general y no sólo para los anarquistas, para quienes esto siempre es cierto el asiento más honorable para sentarse es el banquillo de los acusados.

No temo este juicio porque en él el Estado es débil. Lo que ocurrió el pasado 10 de octubre es realmente significativo: en mi ciertamente indeseable experiencia judicial nunca había presenciado una vista en la que los acusados quieran hablar y el fiscal busque recursos técnicos para obtener un aplazamiento.

También es significativo lo que ha ocurrido aquí fuera; la amenaza del comisario de policía de Perugia de emitir ‘fogli di via’ por una manifestación en la que –lamentablemente– no ocurrió nada especialmente conflictivo, es sin duda un signo de los tiempos, puede ser expresión de cierta arrogancia, pero sin duda es sobre todo una muestra de vuestra debilidad.

La mera presencia de Alfredo –incluso en la forma fantasmal y fantasmagórica de un conexión por videoconferencia– representa una viva contradicción para todos aquellos a quienes les gustaría mantener a nuestro compañero enterrado vivo.

Concluyo, pues, con lo obvio. El anarquismo no es el producto de un erudito o de un filósofo, no es la cosecha de un cultivador intensivo de cerebros, sino una planta silvestre de la lucha de clases. Los que actúan no necesitan ser instigados. Los que lo hacen han madurado la necesidad de luchar. La instigación irresistible es la provocada por las injusticias de su sociedad.

Mientras nos precipitamos hacia la guerra nuclear y asistimos impotentes al primer genocidio automatizado de la historia, es precisamente la respuesta a esa pregunta –¿Qué internacional?– que tan dramáticamente está de actualidad hoy en día. Y no se encuentra en ningún libro. Los libros sólo hacen preguntas.

Si el juicio continúa haré todo lo posible por agudizar estas contradicciones. Intentaré utilizar el juicio contra «Vetriolo» como plataforma para propagar las ideas y tesis expresadas en ese periódico. Sobre todo, haré todo lo posible para convertir este juicio en una oportunidad para sabotear 41 bis, para dialogar con Alfredo, para comunicarme con él.

Quiero que Alfredo sepa que la lucha que ha llevado a cabo ha movido montañas. No te desanimes. Eres un ejemplo de coherencia y valentía. El camino hacia Ítaca está plagado de terribles obstáculos, pero también de maravillosas aventuras. Te esperamos en casa compañero.

¡Viva la anarquía!

Michele Fabiani

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Declaración leída por Matteo Monaco durante la audiencia preliminar del proceso Sibilla

Tomo la palabra muy contento de poder hacerlo en persona esta vez.

Me hubiera gustado estar aquí el 10 de octubre para la vista preliminar que fue aplazada, pero desgraciadamente mis compromisos laborales y los 1.500 kilómetros que separan mi residencia de esta sala me lo impidieron. No insistiré en los graves errores, ciertamente no míos, que condujeron a las notificaciones defectuosas que se me hicieron y que dieron lugar al aplazamiento de la vista. Se califican por sí solos. Y también matizan mucho más la realidad. Afronto esta vista, así como el eventual juicio que vendrá, con serenidad. Consciente de que no tengo nada de lo que defenderme en un juicio político como éste. Orgulloso de estar en el estrado con algunos de mis compañeros más cercanos. Feliz de poder saludar por fin a Alfredo y expresarle toda mi cercanía y solidaridad. Decidido a mirar a la cara a aquellos que se arrogan el derecho de juzgarme.

Estamos aquí porque tenemos que responder, en particular, a la acusación de incitación al terrorismo y subversión del orden democrático. Bien. No me interesa entrar en el fondo de los cargos ni, como ya se ha dicho, defenderme de estos delitos de opinión. Lo que sí me gustaría es dejar claras mis consideraciones respecto a esta acusación.
En mi concepción del anarquismo, así como de la vida misma, no existe el binomio instigador-instigado, no hay calabazas vacías que llenar, no hay masas que dirigir y adiestrar, y no pretendo instigar a nada. El propio término «instigación» tiene una acepción negativa, solapada, que implica una especie de persuasión del otro mediante engaño o artimaña o manipulación. Y precisamente por eso, señores, creo que no hay mejor instigador a la delincuencia que el propio Estado. ¿Qué creéis que engendra sentimientos de venganza y revuelta entre los explotados y oprimidos de todo el mundo? ¿La exportación de la guerra o los anarquistas? ¿Estáis realmente convencidos de que si alguien decide tomar las riendas de su propia vida y rebelarse es porque los anarquistas se lo han susurrado al oído? ¿No os planteáis que la violencia sistémica perpetrada a través de leyes, instituciones y aparatos represivos, siempre dirigida hacia el proletariado y siempre en defensa de la burguesía, puede hacer que os salga el tiro por la culata? Entonces, ¿cuál es la cuestión? ¿Que el anarquismo difunda ideas de revuelta? ¿Que yo, como anarquista, apueste por la derrota de este sistema miserable? Por supuesto que sí. ¿Que escriba y aplauda teorías y prácticas de subversión? Me parece un secreto a voces.

La verdad es que el Estado, el capital, sus aparatos y sus personificaciones concretas, incluidos vosotros, tienen miedo. No tienen miedo de los anarquistas, sino de que la situación se les vaya de las manos, de que el control que dicen tener sobre el mundo se tambalee. Todo sistema enfermo tiende inevitablemente a ponerse a la defensiva, tomando medidas para intentar mantener un equilibrio interno e intentando aniquilar las amenazas, ya sean internas o externas. Los crujidos de este desequilibrio se perciben en casi todas partes, y poco a poco empiezan a ser cada vez más evidentes y, sobre todo, los culpables cada vez más claros a los ojos de la gente: desastres económicos, desastres medioambientales, guerras, pandemias. Las crisis, ya lo sabéis, generan descontento, el descontento se convierte muy fácilmente en rabia, la rabia desencadena revueltas. Y esto, todos vosotros, no os lo podéis permitir. Así que tratáis de actuar de forma preventiva, golpeando implacablemente a quienes llevan siglo y medio declarándoos la guerra y a quienes os consideran enemigos a pesar de las crisis y el descontento, tratando de impedir que ciertas ideas se propaguen entre quienes han empezado a albergar cierta desconfianza y resentimiento hacia vosotros. Porque son ideas peligrosas para vuestra estabilidad y para vuestros cómodos puestos en las torres de marfil.

El mundo en el que creéis y al que nos obligáis encuentra su realización en la guerra, el envenenamiento, la privación, el chantaje, el exterminio, la represión, la tortura. Podría seguir y seguir, pero terminaré aquí esta lista, que entiendo pueda ser percibida como retórica y nada más. Pero evidentemente sigue haciendo falta algo de retórica ante vuestra obstinación en fingir que no entendéis qué lleva a los individuos a rebelarse, intentando situar la causa en los anarquistas. Y así. Guerra, contra los proletarios de medio mundo para asegurar poder, riqueza y supremacía a los plutócratas del planeta. Envenenamiento, de todo lo que nos rodea y de nuestros cuerpos con la porquería que nos obligan a respirar, comer y absorber para el beneficio de quienes defendéis. Expropiación, de tierras, culturas y material humano para la extracción de materias primas útiles para hacer funcionar la máquina capitalista, ya sea verde o a combustión. Y luego el chantaje del trabajo asalariado, sin el cual es imposible sobrevivir en esta sociedad enferma y omnipresente; esclavos condenados a vender su tiempo libre para llenar los bolsillos de patronos sin escrúpulos y donde la gente a menudo acaba asesinada o mutilada, los trabajadores de Eni de Calenzano saben algo de eso, por poner un ejemplo. El exterminio de los oprimidos, como el que tiene lugar en Palestina con el que las fábricas de la muerte occidentales obtienen jugosos beneficios y del que, personalmente, os considero cómplices a todos. La represión y eliminación de los que no se ajustan a vuestra idea de normalidad, productividad y utilidad, de los que cruzan vuestras líneas imaginarias que llamáis fronteras, de los que intentan escapar de las bombas que vosotros mismos lanzáis y del hambre que vosotros mismos procuráis, de los que levantan la cabeza contra el amo, contra los uniformes, contra las leyes. Y la tortura, esa que reserváis a quien acaba en vuestras garras pero no lográis doblegar; esa inherente al régimen de aniquilación del 41 bis bajo cuyo manto quisisteis enterrar vivo, junto a muchos otros, a nuestro compañero anarquista Alfredo Cospito, proyecto del que la llamada Operación Sibilla representa una pieza fundamental. Para mí, una parte de la lucha que Alfredo emprendió entre octubre de 2022 y abril de 2023, y que sus compañeros siguieron mediante protestas y acción directa internacional, haciéndoos pagar el precio de este despreciable montaje, continúa hoy aquí en esta sala de tribunal.

Por mi parte tendréis sólo y siempre hostilidad.

Quiero expresar mi apoyo a todos los que salen a la calle estos días y a los que no les importan las normas ni la moderación, contra la masacre sionista y sus financiadores, contra el monopolio de la violencia por parte de la policía y el Estado.

Solidaridad internacionalista con todas las compañeras y compañeros privados de libertad. Memoria para Kyriakos, muerto en acción en Atenas el 31 de octubre de 2024, mi afecto para Marianne, herida en la misma y actualmente recluida en una celda de la prisión de Korydallos.

Matteo Monaco

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Declaración leída por Sara Ardizzone durante la audiencia preliminar del proceso Sibilla

Soy anarquista. Como anarquista soy tan enemiga de este Estado como de cualquier otro, ya que en su esencia, todo Estado presupone el ejercicio de poder militar y económico de algunas personas sobre otras y sobre el planeta en general. Soy enemiga de cualquier forma de gobierno con que este pueda dotarse, ya que la elección entre democracia y dictadura es sólo la más funcional para mantener el control sobre la población o para ser más preciso: sobre la clase oprimida. Odio el orden existente y a quienes lo sostienen, por lo tanto creo en el carácter justo de la violencia de los oprimidos contra sus propias cadenas y contra quienes las aprietan.

Sentarme en el banquillo de los acusados y responder ante daños a coches del servicio postal italiano, una empresa responsable de la repatriación forzosa de cientos de migrantes que han huido de las guerras en las que Italia es copartícipe, no me causa ni disgusto ni vergüenza.

Lo que en cambio me deja indignada (por usar un eufemismo) es la construcción que habéis hecho del anarquismo. Un castillo de mentiras destinado únicamente a aumentar los años de prisión de compañeros y compañeras, destinado únicamente a justificar la aplicación de regímenes especiales allí donde de otro modo no resultarían. Por eso la fiscalía ha creado un mundo, un mundo anarquista hecho de líderes, donde los artículos de prensa se convierten en «órdenes», donde hay quien da órdenes y quien las recibe, donde hay quien instiga y quien es instigado.

Lo más sorprendente es que aquello de lo que acusáis al anarquismo, en realidad, es vuestro mundo. Delante de cada cuartel de los carabinieri se encuentra la inscripción «obbedir tacendo e tacendo morir» (obedecer en silencio y morir en silencio), un lema que deja un amplio margen a la justificación individual de los servidores que perpetran a diario la violencia de Estado. Un lema diseñado ad hoc bien para aliviar sus conciencias de las barbaridades cotidianas o, quizá, más probablemente, para librarse de algún juicio que sólo ha comenzado en caso de que la actuación de los llamados guardianes del orden público sea demasiado atroz como para ser silenciada.

En cambio, la responsabilidad individual es un fundamento del anarquismo. Ni recibo órdenes ni las doy: ni de nadie ni a nadie. Sólo actúo en respuesta a mi conciencia, que no tiene parámetros de interés o ventaja y sigue siendo la única voz que puedo escuchar.

Ver a un anarquista en el 41 bis coimputado en este proceso no es un freno a la convicción en mis ideas, al contrario, es un reforzador. Me convence cada vez más de vuestra hipocresía, me convence cada vez más de que, más allá de la injusticia del 41 bis en su rol específico, el 41 bis en general es una tortura. Porque no se puede mantener a seres humanos durante un tiempo indefinido sin contacto físico y sin ver el cielo. Me convence de que hay una enorme diferencia entre la violencia de los oprimidos y la de los opresores: la primera sigue una ética, la segunda ninguna.

Por la anarquía siempre.

Cerrar el 41 bis.

Sara Ardizzone

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Declaración leída por Paolo Arosio durante la audiencia preliminar del proceso Sibilla

No acostumbro intervenir ante un tribunal. Sin embargo, si he decidido hacerlo hoy, es porque veo en este procedimiento contra nosotros ciertas particularidades que conviene subrayar. Aunque en primer lugar me gustaría dejar claro que estas breves palabras no pretenden, de ninguna manera, proporcionar al tribunal ningún otro elemento de juicio ni, menos aún, justificar en modo alguno lo que me acusáis de haber hecho. Por evidentes que sean los aspectos paradójicos y contradictorios de la investigación a la que, junto con mis compañeros, he sido sometido, por una parte, carezco de conocimientos jurídicos y judiciales y, por otra, respeto demasiado mi inteligencia y mi dignidad como para perderme en argumentos capciosos y discriminaciones sutiles. Por el contrario, quisiera subrayar, y por eso he tomado la palabra, que las acusaciones y las medidas que se nos imputan hoy ante este tribunal tienen un carácter que va más allá de las justificaciones jurídicas con las que la acusación ha revestido este asunto. Hay elecciones precisas que han movido a los órganos de investigación en su decisión de llevar a cabo esta operación, elecciones que entran en la esfera de la política y la ética mucho más que en la de la legalidad. Creo que resulta obvio para cualquiera que hay al menos dos órdenes de razones que han conducido a esta investigación.

En primer lugar, por un lado, la progresiva escalada de las tensiones sociales y políticas, en Italia y en todo el mundo, enfrenta a los aparatos del Estado con la posibilidad concreta de explosiones de ira y revuelta social contra ellos. Desde las formas de resistencia popular y nacional de las poblaciones palestinas opuestas al genocidio perpetrado por Israel hasta el auténtico estallido de cólera que atraviesa las calles en Italia tras un nuevo asesinato racista por parte de las fuerzas del orden en Milán; desde los cientos de miles de deserciones y sabotajes que, a ambos lados del frente, se han convertido en el pan de cada día en el conflicto por el reparto de las zonas de influencia entre la Federación Rusa y la OTAN hasta la «bella y vengadora» acción de Luigi Mangione en Manhattan; desde las huelgas salvajes en Irán y la India hasta las movilizaciones del proletariado alemán, cada vez más las tensiones que generan el capitalismo y los Estados están provocando una agitación de las masas oprimidas que amenaza con salirse de su control. Aterrorizados por perder el monopolio de la violencia y la posibilidad de explotar a sus semejantes, los opresores -y vosotros que defendéis sus intereses junto a ellos- tienen que intentar desplegar políticas cada vez más represivas y feroces. Políticas de guerra, porque la aceleración de las contradicciones internas del capital sólo puede conducir a la guerra, (políticas) que tienen la intención precisa de golpear, tanto dentro como fuera de sus propias fronteras, a los enemigos que siempre han sido explotados y asesinados, los oprimidos.

En este sentido, las acusaciones de instigación y organización contra nosotros parecen absurdas. La dramática aparición de contradicciones sociales no necesita ciertamente la instigación de un puñado de anarquistas para dar rienda suelta a la rabia, ni las luchas de los oprimidos necesitan quién sabe qué organización clandestina para comprender y actuar contra los aparatos de sus opresores. Es cuanto menos un hecho que desde que el periódico anarquista Vetriolo dejó de publicarse o desde que vuestra labor censora silenció las webs de contrainformación Malacoda y RoundRobin, el conflicto social no ha disminuido, al contrario, se ha agudizado cada vez más.

El segundo orden de razones, que ciertamente no va más allá del primero sino que es, por el contrario, un trágico corolario del mismo, se basa en las “personalidades” de los protagonistas de este asunto judicial. Desde hace décadas existe un enfrentamiento político en torno a las estrategias represivas que el Estado italiano debe desplegar para gestionar la inevitable crisis y sus consecuencias. En este sentido, la Dirección Nacional Antimafia y Antiterrorista (DNAA) representa una opción estratégica de gestión del orden público que cuenta con sus propios grupos de poder, órganos de propaganda e intereses específicos. No es casual, por tanto, que esta operación, de claro carácter censor e intimidatorio, tuviera un enorme peso específico en la decisión de someter al compañero anarquista Alfredo Cospito al régimen penitenciario del 41 bis. El 41 bis representa, tanto desde el punto de vista propagandístico como jurídico, el buque insignia de todo un sistema de aparatos destinados a instaurar un régimen de «estado policial», en el que las necesidades represivas del orden público son prioritarias en la gestión del Estado. Así, el compañero anarquista Alfredo Cospito fue sometido a este régimen inhumano por la rectitud y dignidad de sus acciones y pensamiento. Sin embargo, el intento de demonizarlo y aislarlo ha fracasado, en primer lugar por su capacidad de lucha y también por la movilización de cientos de personas en solidaridad con su condición. Una movilización que, una vez más, ciertamente no necesitaba de agitadores o instigadores para expresarse, pero que tuvo la capacidad, gracias a la fuerza e integridad de Alfredo, de abrir contradicciones incluso dentro de los aparatos del Estado, cuestionando los puntos fuertes de la corriente política perteneciente a la DNAA. Aquí, pues, para justificar las decisiones represivas tomadas sobre la vida y el cuerpo del compañero, se pide a este tribunal que abra un nuevo proceso contra él para buscar ‘hojas de parra’ legales que puedan cubrir la voluntad vengativa y censora del aparato policial de golpear la coherencia y la dignidad de un anarquista revolucionario.

Estas son, brevemente, las pocas excepciones que quería aportar. Ahora le toca a vuestra falsa conciencia encontrar los argumentos capciosos con los que refutar la obviedad de estas afirmaciones y proceder a juzgarnos.

Paolo Arosio

Traducido de: lanemesi.noblogs.org