Contra las prisiones, contra el Estado

Cuando se habla de cárcel no podemos evitar una mirada más general de la regimentación de la sociedad. Quienes nos quiere dóciles y distraídos, día a día añaden nuevos dispositivos para cancelar el imaginario de una vida diversa, que pueda ser digna de ese nombre. No nos damos cuenta de que la gestión de la vida cotidiana cada vez está mas escrutada, fragmentada, focalizada. Basta pensar en las cámaras presentes en cada esquina de la calle para supervisar cualquier gesto que salga de lo consentido, acumulando datos biométricos. O en las actividades cotidianas invadidas por tarjetas, códigos QR y diabluras varias, útiles para la organización de ciudades cada vez más regulares, homologadas, vigiladas. La lista podría seguir, pero hablar de cárcel significa ir a la raíz de lo que son los Estados y la autoridad, fundados sobre la explotación y la coerción, en la disciplina y el control, en la ausencia de toda ética. La cárcel es la máxima expresión de todo esto, por este motivo las revueltas a lo largo de la historia lo han identificado como algo a destruir. Representa la aniquilación de la dignidad, así como la privación de libertad, el intento de aniquilar a cualquier individuo para hacerlo dócil y apto para la sociedad, o para eliminarlo por completo de la vista, razón por la cual las prisiones modernas se construyen en lugares aislados en lugar de en las ciudades. Los instrumentos de tortura siempre han estado asociados a ella. Los regímenes diferenciados son un ejemplo, como el 41 bis en Italia, que pretende erradicar todo contacto con la realidad. Su antecesor directo, el artículo 90, tenía la misma función, al igual que el aislamiento diurno. Y es cuando impone castigos cuando el Estado muestra realmente su rostro vengativo y feroz.

Pero también es importante recordar que desde su creación, la cárcel siempre ha estado rodeada de motines, protestas, huelgas, suicidios, lesiones, evasiones; a pesar de todo ello nunca ha sido el lugar pacífico que se pretendía. Desde el 20 de octubre, el compañero anarquista Alfredo Cospito está en huelga de hambre contra el régimen penitenciario en el que está encerrado, el 41 bis, que supondría ser enterrado vivo para el resto de su vida. Muchas acciones en todo el mundo están dando fuerza a su protesta, en virtud de que la solidaridad se vuelve acción y viceversa. Porque, de hecho, no hay muchas alternativas. La lucha es lo que puede romper la normalidad de este sistema existente, hecho de esclavitud y prisiones, para que cada uno pueda tomar su espacio y su tiempo, sin autoridad, sin Estado.

SOLIDARIDAD CON ALFREDO COSPITO Y CON TODOS LOS PRISIONEROS EN LUCHA.

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Contro le prigioni

Traducido de: disordine.noblogs.org