Ayer se marchó una vez más por la vida, la vida de un compañero que ha asumido con determinación dejar de ser, de existir. Lo ha hecho con un mensaje claro y una esperanza poco común en estos tiempos: espera que mantengamos encendida la antorcha. Que transcendamos su lucha.
Como Alfredo, apostamos por la vida y, sobre todo, contra todo y todxs lxs que la niegan. Lxs que generan la degradación continuada de los ecosistemas, la aniquilación de especies, la reducción de hábitats a estercoleros. Lxs que perpetúan sociedades enemigas del riesgo y la aventura, aniquilando lo diferente, homogenizando placeres y deseos. Lxs que defienden una esclavitud subyugada al discurrir de mercancías y que criminaliza el tránsito de personas. Lxs que imponen un mundo basado en el beneficio, construyendo relaciones que necesitan de la jerarquía y la autoridad. Lxs que perpetúan una realidad basada en la simulación y no en la experimentación, donde lo virtual se impone a lo real…
Es la práxis anárquica, en todo su infinito abanico de posibilidades, la que debe ir marcando nuestros pasos. Con determinación, y cautela cuando sea necesaria. Con arrojo, pero acumulando aprendizaje. Sin miedo a cometer errores pero con la voluntad de no repetirlos. Este quehacer conlleva riesgos de muchos tipos (cárcel, multas, destierro, marginación, incomprensión…) pero si dejamos que esta pasión muera en nuestro interior hemos perdido.
Volviendo a la manifestación del sábado: Al salir de la plaza el estimulante TAM TAM de los tambores fue poco a poco sustituido por el CRACK CRACK de los martillos, arietes improvisados y adoquines que golpeaban y hacían añicos las muestras más groseras de la simbología de la muerte, del espectáculo de la dominación, del escaparate del capital.
Con ritmo variado, como no puede ser de otra forma cuando es la espontaneidad y la rabia, junto a la sangre fría de la experiencia, la que va marcando el PUM PUM de los latidos del corazón que nos hacen arrancar espacios y tiempos a la monotonía, al gris de la normalidad, a la insípida existencia ciudadana.
Sin afán de hacer crítica hiriente, y aplaudiendo la organización y tesón de lxs compas locales, sí queríamos apuntar algunas frustraciones:
Las manifestaciones, por muy salvajes que se desenvuelvan, vienen siempre limitadas por un hacer encorsetado en un lugar y en un momento específico. Son una demostración de fuerza, una expresión de descontento y, en el mejor de los casos, un amago de pulso al poder. Por eso no pueden ni deberían estar limitadas. Claro está, que preservando siempre, en la medida de lo posible, la salud y seguridad de lxs nuestrxs.
Desde este prisma defendemos la defensa/ataque que se dio con los esbirros uniformados. Al igual que la retirada lo más segura y coordinada que pudieron brindarnos lxs nuestxs, a base de improvisadas y ardientes barricadas que impedían el rápido acceso a la policía.
Tenemos el privilegio de estar fuera, algunxs también de tener papeles o identidades que facilitan un tránsito más generoso por la estructura social. Pero esto solo nos debería hacer más responsables, más afiladxs, más dispuestxs a cuestionarnos y a batallar. Desde dentro y entre iguales: probar, fallar y volverlo a intentar; hacia fuera: sin límites y con riesgos, pero sin martirios ni masoquismos.
Gracias compañerxs.
Lo político es personal.
Desde y hacia la anarquía.
Revoltosxs espontánexs en la ciudad de Turín
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