«No se trata solo de sus herramientas de tecno-vigilancia en nuestras vidas, también de los chivatos» Sobre los meses anteriores a la detención de Boris

Unos meses después de que Boris fuera encarcelado –acusado de incendiar torres de telefonía móvil–, al menos dos personas fueron abordadas por la policía.

En la era del despliegue del 5G, la lucha contra esta sociedad de control no cesa. También continúan los ataques a las antenas de telecomunicaciones o a las empresas que se dedican a ellas: en Francia se han registrado más de un centenar de sabotajes desde marzo de 2020. Suficiente para cabrear a esta sociedad capitalista y al Estado que la protege. La ola represiva no conoce tregua, y los policías utilizan todas las herramientas tecnológicas de vigilancia a su disposición para intentar reprimir y sofocar cualquier atisbo de revuelta.

Desde el año pasado, una treintena de personas han sido registradas, acusadas o encarceladas por sabotear torres de telefonía móvil. Es el caso de Boris, un compañero anarquista que fue enviado a prisión en Nancy en septiembre de 2020 por la quema de dos antenas en el Jura, y que ahora está hospitalizado tras un incendio en su celda. En una carta escrita desde la cárcel, menciona los dispositivos utilizados por los policías y gendarmes para espiar su vida cotidiana durante la investigación: imsi catchers, cámaras delante de un domicilio, gps bajo los coches de sus familiares, escuchas y geolocalización en directo, civiles del GIGN (de Versalles) siguiéndole a todas partes, solicitudes de micrófonos en un domicilio y en el muro de un parque donde se reunía regularmente con amigos, incautaciones discretas de botellas de cerveza dejadas en el espacio público,…

En Besançon, unos meses después del encarcelamiento de Boris, al menos dos personas han sido abordadas por la policía desde principios de 2021. No sabemos qué pasó con el primero, pero el segundo ha sido abordado en varias ocasiones. Un movimiento clásico, el chantaje por los papeles, combinado como es habitual con el aislamiento, la precariedad, los posibles problemas legales, o simplemente el hecho de que estas personas vayan gravitando hacia la periferia de los círculos militantes anarquistas.

Todo comienza con un primer encuentro: se les ofrece un trabajo, dinero o alojamiento a cambio de información. Se les dice que podrán agilizar sus trámites administrativos, y que se les frenará si se niegan. Así, bajo presión, esta persona cayó en la encerrona aceptando acudir a reuniones periódicas con policías de paisano en un parque cercano a la comisaría.

Mientras la investigación contra Boris no se cerrase siendo investigado por «asociación con fines delictivos», sus misiones eran las siguientes:

Participar en la elaboración de perfiles de las personas consideradas como cercanas para determinar las relaciones entre ellas e identificar los vacíos/tácticas de presión, para estar atentos a futuras acciones de apoyo/solidaridad.
Acudir a los lugares y eventos militantes (asamblea de lucha al aire libre, comedores) para identificar la presencia de determinados anarquistas, comprender los vínculos entre grupos e individuos en una misma ciudad, identificar las conexiones políticas entre diferentes ciudades.
Identificar ciertos perfiles y actitudes: saboteadores potenciales, personas más vehementes o carismáticas que otras (¡los policías, a su imagen y semejanza, siempre buscando un líder!).

Este tipo de situación es preocupante y no puede ser ignorada. La manipulación de los policías no tiene límites, y el uso de informantes siempre ha formado parte de sus métodos para mapear las redes subversivas y anarquistas y tratar de obtener información sensible.

Nunca lo diremos lo suficiente: no hay necesidad de pensar que se trata de un agente doble, se sabría si funciona. Hablar con la policía es entrar en su juego y exponerse a más presiones. Hablar con ellos significa informarles, incluso de forma inofensiva, por ejemplo divulgando detalles que no son importantes para ellos. Hablar con ellos significa poner en riesgo a los demás.

Hablar con ellos es colaborar.

Hablar con ellos es traicionar a tus allegados y perder el vínculo de confianza, al tiempo que arruinas tu vida de activista.

Los ojos y oídos del Estado nunca dejarán de entrometerse en nuestra vida íntima y política, tanto con la tecnología como con la inteligencia humana.

Ante esto, tengamos cuidado en todas partes y todo el tiempo sin volvernos paranoicos, encontrando formas de construir y profundizar relaciones de confianza y afinidad, mientras aprendemos en general a no hablar a la ligera, incluso entre nosotros mismos.

Anarquistas de Besançon,
septiembre 2021

Traducido de: dijoncter.info (Tor)

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Más información sobre el compañero Boris: