No nos quedaremos a resguardo durante la tormenta (Bezmotivny, julio 2022)

Digámoslo claramente: queremos a Alfredo fuera del 41 bis.

No proponemos una campaña especializada contra el 41 bis o contra las cárceles: no porque estas instituciones nos gusten o porque creamos que haya quien deba permanecer encerrado, sino porque creemos que es urgente partir de un objetivo más “simple”, aun sabiendo que cuando lo hallamos alcanzado no habremos iniciado siquiera nuestra lucha, que es por la revolución social.

Una lucha por la destrucción de la cárcel no se puede vencer mientras existan los Estados y la autoridad: así que hay batallas que deben librarse continuamente, pero en este caso, nos gustaría intentar fijarnos un objetivo que podamos alcanzar a corto o medio plazo.

La lucha contra la cárcel es –en sí misma– una lucha contra lo existente, porque el final de las prisiones significa el final del Estado, de forma similar, la lucha contra el 41 bis, en Italia, toca algunos de los cimientos del Estado italiano, que desde su introducción lo ha convertido en el caballo de batalla de la “lucha contra la mafia”. Digámoslo con claridad y humildad: el 41bis es uno de los pilares ideológicos del Estado italiano, entre cuyas lemas está el “41bis o muerte!”. Nos lo ha demostrado la guerra de la antimafia: el Estado, en lugar de renunciar al 41 bis, está dispuesto a hacer pagar a la población las bombas de la mafia, como la masacre de Via Georgofili en Florencia o la de Via Palestro en Milán [*]. Por lo tanto, nos parece difícil que sobre la abolición de ese régimen penitenciario en concreto (como, por otro lado, de la prisión en general) se pueda ejercer una presión, ya sea inofensiva o violenta. Si bien pensamos que presionar específicamente por la desclasificación de Alfredo es diferente. Esto no quiere decir que nuestros discursos o nuestras acciones deban suavizarse. La radicalidad de nuestra lucha debe estar garantizada, incluso en el caso de una “reivindicación parcial” como el caso de la desclasificación de Alfredo, sin separar nunca los objetivos que podemos y debemos fijarnos de las razones político-sociales de nuestras acciones anarquistas. La radicalidad de la acción, de la propaganda, de la agitación son el único anticuerpo para reafirmar con fuerza que nuestra lucha es por la destrucción de lo existente, sin mediaciones, evitando que nuestras exigencias, desde la de la liberación de un compañero hasta la de parar tal o cual proyecto del capital, puedan ser asimiladas en un reformismo compatible con el poder.

Más allá de la reacción emocional, hay motivaciones que nos llevan a proponer una lucha que careciendo de exigencias revolucionarias en sí mismas, más bien se centra en poner en juego relaciones de fuerza para presentar una exigencia –muy concreta– al Estado.

El hecho que Alfredo en este momento se encuentre detenido en 41bis supone la imposibilidad de debatir y confrontarse con él, significa perder un compañero que tanto ha aportado al debate entre revolucionarios en los últimos años. Algunas de nuestras reflexiones en parte son fruto del hecho de haber tenido la posibilidad de confrontarnos con Alfredo, también gracias a la labor de Vetriolo y de Croce Nera.

Esta es una de las cosas que nos arrebatan. Porque desde cierto punto de vista, el diálogo en sus diez largos años de encarcelamiento ha sido un estímulo para nuestro crecimiento. Alfredo es un compañero que ha dado, y queremos que siga teniendo la posibilidad de dar, una contribución concreta al movimiento anarquista internacional. Una contribución concreta, elaborada a lo largo de los años, con un crecimiento teórico y práctico decisivo. Una contribución que nos ha llevado a volver a hablar en serio de internacionalismo y de revolución social. Una visión optimista, que a pesar de las rejas, nos da fuerza y determinación a todos nosotros. Y por miedo a que esta fuerza se propague, la ministra Marta Cartabia ha decidido reprimir las intenciones de la revolución anarquista. Compartimos la visión de Alfredo plasmada en el periódico Vetriolo, según la cual el anarquismo necesita recuperar la credibilidad. Pero a nuestro parecer, esta credibilidad no viene dada sólo por la acción destructiva. Por supuesto, esta es necesaria, y es una práctica cuya ausencia sufrimos hoy aquí en Italia. Pero no es la única práctica abandonada: en muchas ciudades hemos dejado de organizarnos en serio, de estar presentes con nuestros métodos y nuestras ideas revolucionarias. Así que nuestra impotencia –que obviamente queremos superar– no sólo se debe a que la acción sea cada vez más miserable, sino también a haber olvidado lo fundamental que es estar en la calle, explícitamente como anarquistas.

Además, es la primera vez que se impone el régimen 41 bis a un anarquista, lo cual no significa que el día de mañana todos los anarquistas detenidos ingresen en 41 bis, pero ciertamente es una advertencia directa a los anarquistas para que, una vez prisioneros, se queden bien callados, teniendo cuidado con sus palabras y su comportamiento. Siempre que el Estado da un paso adelante, o se logra hacerlo retroceder o nos enfrentaremos a situaciones cada vez más duras, cada vez más restrictivas. No actuar cuando sentimos que se ha cruzado una línea significa asumir la responsabilidad de resignarnos a aceptar cosas que no se deberían aceptar. Significa acostumbrase a una normalidad cada vez peor, día a día, hasta el punto de olvidar la posibilidad de que las cosas podrían ser diferentes. Hasta hace unos años, era absurdo pensar en cruzarse con soldados paseando por la ciudad, hoy los tanques se han convertido en lo habitual. Cuanto menos horripilantes consideremos las zonas rojas, mayor riesgo corremos de que mañana no nos sorprenda siquiera el hecho que encierren a otro compañero en 41 bis.

Esto ha ocurrido demasiadas veces a lo largo del tiempo, en todos los ámbitos.

Con respecto a esto, obviamente viene a la mente la crítica de “por qué no antes”. En 2020, cuando esta medida pasó de ser emergencial a definitiva, pasaba a ser aplicable no sólo para delitos mafiosos, sino también de terrorismo y tráfico de personas (aprovechando la ola del 11 de septiembre 2001). Muy poco después, detuvieron a Nadia Lioce aplicándole el 41bis. El caso de las BR –actualmente siguen en 41bis Nadia Lioce, Roberto Morandi y Marco Mezzasalma– fue el primero en el que se aplicaba este régimen por motivaciones políticas: la lucha contra esta situación, llevada adelante también por muchos compañeros, no ha contado con demasiada participación. La incapacidad batallar este punto probablemente abrió las puertas a lo que está ocurriendo ahora.

Muchísimas luchas a lo largo de los años han surgido de demandas específicas (ya sea contra la construcción de cárceles, contra los CPR, contra las bases militares, contra la devastación ambiental…): en estos casos los compañeros a menudo han visto –además del objetivo concreto compartido– la posibilidad de mostrar el valor de un método (la auto-organización desde abajo, el ataque directo como método de lucha…) intrínseco a la trayectoria revolucionaria. Se ha intentado, aunque no siempre, reconducir estas luchas a una visión más global, haciendo hincapié en las estrechas relaciones entre las distintas emanaciones del poder, así como en el hecho de que el Estado y la patronal son siempre los culpables. Estos intentos no siempre han funcionado, porque el riesgo inherente a este tipo de luchas, que en sí mismas no son totales, es el de resignarse a una preservación del mundo existente, relegando la anarquía a ser la izquierda crítica de los movimientos populares. Creemos que para evitarlo es fundamental ser siempre claros respecto a quiénes somos y qué queremos: por lo tanto, en este caso, reivindicar como nuestras todas las acciones por las que Alfredo ha sido acusado, recordar los objetivos específicos de la Federación Anarquista Informal (de la que el compañero ha reivindicado formar parte en ocasión de la acción firmada Núcleo Olga) había decidido golpear y proseguir las luchas del movimiento anarquista, cada uno a su manera, contra estos (los CPR, la “Fortaleza Europa”, las cárceles, la industria del átomo…). No transigir, en el discurso escrito, hablado o puesto en práctica, es la mejor forma de compartir las luchas tan sólo con quien comparte nuestros objetivos, y no con aliados de conveniencia dispuestos a desvincularse al primer golpe represivo.

Dicho esto, es necesario reflexionar para que esta propuesta no se convierta en una propuesta a la baja, porque la costumbre de ponerse pequeños objetivos y olvidarse de ser revolucionarios es un riesgo siempre al acecho. Para evitarlo, es crucial que esta lucha no se separe de las razones por las que luchamos contra lo existente. No debemos caer en la especialización ni atrincherarnos viendo solo este pequeño objetivo. Seguimos siendo nosotros, ai ferri corti con lo existente, y en caso de ganar esta lucha, ni siquiera habremos empezado.

Para nosotros, el problema crucial es cómo combinar, en la práctica, el objetivo de sacar a Alfredo del 41bis y la lucha contra lo existente.

En cualquier caso, no tenemos la sensación de estar partiendo de cero. Una lucha por Alfredo fuera del 41bis ya existe, sólo hay que ampliarla y reforzarla. En nuestra opinión, cómo hacerlo debería ser el objeto del debate.

La redacción de Bezmotivny

«Bezmotivny», Año II, número 14, 11 de julio de 2022

Traducido de: ilrovescio.info via attaque.noblogs.org

NdAtt.
* El 27 de mayo de 1993 estalla un coche bomba en la via dei Georgofili de Florencia, cerca del Museo de los Uffizi. Cinco personas mueren y unas cuarenta resultan heridas. El 27 de julio, otro coche bomba explotó en la calle Palestro de Milán, matando a cinco personas e hiriendo a doce. Formaban parte de una serie de masacres perpetradas por la mafia entre 1992 y 1993. Por un lado, la mafia quería vengarse tras el maxijuicio, que concluyó en enero de 1992 con numerosas y duras condenas, poniendo fin a la tradicional connivencia entre el Estado y la mafia en Sicilia. Por otra parte, los jefes de la mafia querían obligar al Estado a negociar. La respuesta del Estado fue muy dura (incluido el régimen del 41 bis para los mafiosos condenados y el envío del ejército a Sicilia para apoyar a las fuerzas de seguridad).