Pensé, torpemente, que esto no se iba a alargar tanto. Pero, dada la obstinación con la que el Estado pretende silenciarme (y condenarnos rápidamente), he decidido retomar la palabra. Que sea algo inteligente o no, poco importa. Por otra parte, es difícil decir si renunciar (por obligación o no) a toda interacción con las personas que quiero o con la lucha sea algo inteligente.
Cierto, seguramente haya muchos estratagemas más astutos que un escrito firmado con nombre y apellidos, negro sobre blanco. Pero es algo que no puedo dejar de considerar justo: dar la cara. Sí, para mí esta pequeña pero profunda cuestión está estrechamente ligada a lo que han sido (y serán) todos los proyectos editoriales y situaciones de agitación en los que me he implicado los últimos años.
Es lo que siempre, personalmente, he afirmado con ardor. Decir alto y claro que apoyo y comparto la acción directa, explicitando lo que me parece que sea el método más apropiado para lograr anular los “valores” de la sociedad burguesa. El método insurreccional. El ataque a personas y estructuras del Estado y el Capitalismo.
No creo que existan anarquistas que tengan miedo de decir estas cosas. Creo que la esencia misma del revolucionario sea esta obstinación, esta constante búsqueda, el difundir y hacer que emerjan estas ideas, para crear o apoyar dimensiones del enfrentamiento social.
El intento de definirnos como organización clandestina y terrorista fracasa no tanto en los hechos reales, como nuestra pertenencia a un circolo anarchico totalmente público, o por la redacción de un periódico que se difundía ciertamente (y puede que lamentablemente) no de forma secreta, en los vestuarios de alguna fábrica, sino que fracasa y cae por el simple hecho que los anarquistas, los revolucionarios en general, difunden las ideas a plena luz del día.
No somos una secta de jóvenes ostentosos, somos proletarios e interactuamos con otros proletarios, difundiendo las ideas que consideramos más apropiadas para la liberación humana.
Privarnos de la posibilidad, por consiguiente de nuestros libros y nuestras locales (que, por cierto, están expresa e insistentemente ABIERTOS a todos, excepto maderos y patrones), nos encerraría en una espiral de aislamiento total dirigido a una “clandestinización” forzada incapaz de actuar con eficacia, alejando el anarquismo de los explotados. Algo que, en mi opinión, hemos visto y se ha intensificado en las dos últimas décadas. Por lo tanto el cierre es muy peligroso.
En efecto, remangarse y meter las manos en el desastre social actual no es muy apetecible. Es más fácil, en cambio, contar a unos pocos elegidos la evolución de un pensamiento, como el anarquismo, condenándolo a perecer en los diálogos ebrios de tales seres puros, erigidos como únicos guardianes. Los demás, los brutos, los proletarios, las putas, los pobres diablos, de lenguaje soez y modales indecorosos (sic) no merecen la atención de estas autoproclamadas buenas personas.
Esta no es sólo la muerte del anarquismo, es la muerte de todo sueño de liberación que siempre ha acompañado a los seres humanos desde la existencia de sociedades autoritarias.
Para mí, “Bezmotivny” ha sido un intento en esta dirección, para salir de la ataraxia de la autoindulgencia y volver al fango de la vida. Un primer intento que no espera sino sobrepasar sus propios límites.
Pero, obviamente, más allá de las ideas individuales expresadas en los artículos, lo que pesa quizás más es la elección de publicar reivindicaciones de acciones directas en Italia pero también, y sobre todo, en relación con hechos ocurridos en otros países. También aquí se podría decir “nada de lo que extrañarse”.
Está claro que un fiscal de cierto prestigio como Manotti ha aprovechado la voluntad de un grupo de compañeros de no temer apoyar la acción directa para señalarlos precisamente como pertenecientes a la denominada asociación terrorista que gravitaría en torno a la FAI-FRI tan machacada por la crónica. Por mi parte siempre he sabido que publicar una reivindicación, apoyar su carácter justo, tiene una repercusión (la persuasión periodística es falsa: siempre se ha encarcelado a los revolucionarios por periódicos, escritos o artículos, nunca fue de otro modo, puede que con la monarquía ocurriese algo menos). Desafortunadamente para algunos, incluso después de (aunque sean pocos) seis meses arresto domiciliario con todas las restricciones, no he cambiado al respecto. Sigo considerando justo publicar y difundir las acciones revolucionarias. Lo considero justo y cuando me sea posible seguiré publicando periódicos, fanzines, panfletos y carteles.
Seguiré interactuando con otros explotados, intentando difundir todo lo posible, aunque sólo sea la idea de que la violencia revolucionaria es justa.
Lo que no logro entender, o por lo menos no me queda muy claro, es qué piensan hacer estos señores con nosotros. Los anarquistas, independientemente de nuestro estado de reclusión, seguirán documentándose, imprimiendo panfletos y periódicos. Y lo seguirán haciendo en la sombra incluso cuando se vean obligados a huir. Así que quiero decir: tenednos el tiempo que queráis. Esto no cambiará. Lo paradójico es que este escrito con toda probabilidad (al constituir una violación de las medidas restrictivas) me enviará a prisión, donde podré escribir a quien quiera y lo que quiera.
Dicho esto, saludo de corazón a todos los desertores del mundo y a todos los compañeros en lucha contra la guerra.
¡Viva la revolución! ¡Que vivan los anarquistas!
Pd: ojo Manotti, que en la cárcel podría desmontar un catre y montar una imprenta.
Luigi Palli
Febrero 2024
Carlo Carrà, I funerali dell’anarchico Galli, 1910-1911 (olio su tela, 198.7×259.1 cm, attualmente al Museum of Modern Art, New York).