Expresando nuestra solidaridad con el compañero, añadimos que su declaración confirma una vez más aquello que decía Stig Dagerman: «El que construye cárceles se expresa peor que el que construye libertad».
Ha concluido la audiencia de Perugia en relación con la solicitud de vigilancia especial contra un compañero anarquista de Spoleto. La audiencia ha sido a puertas abiertas y el compañero ha declarado. Sus señorías se han retirado para decidir respecto a la aplicación de la vigilancia especial y han establecido un periodo de 90 días para “definir la medida”. Seguirán actualizaciones. A continuación la declaración leída en la sala.
Nota de Il Rovescio.
¡Abajo la máscara!
Declaración leída durante la audiencia por la vigilancia especial del 30 de junio en Perugia
Empezaré citando a un compañero al que tengo mucha estima.
«Los procesos judiciales siempre han sido uno de nuestros mejores medios de propaganda. Y el banquillo de los acusados siempre ha sido la más eficaz y, permitid que lo diga, la más gloriosa de las tribunas»1. Son palabras de Errico Malatesta en la audiencia del 29 de julio de 1921 en la Corte de Assise de Milán. A Malatesta, junto a otros anarquistas y sindicalistas, se le acusaba de estar nada menos que entre los instigadores, también mediante el periódico anarquista “Umanità Nova”, de la temporada revolucionaria conocida como el biennio rosso. Puede que esto le recuerde algo a la doctora Comodi.
A pesar de la actitud orgullosa e impenitente de los investigados (en otra audiencia, el 27 de julio, Malatesta había declamado «Señores del jurado! Tengo antecedentes, la historia de mi relación con la autoridad es larga y aburrida» y «deciros que admito la lucha de clases es como deciros que admito el terremoto y la aurora boreal»2) los compañeros fueron absueltos.
Demos un pequeño paso hacia adelante. Estamos en 1923, dos años después, Mussolini ya es jefe de gobierno y el Tribunal es el de Roma. En el estrado están los dirigentes del Partito Comunista. También aquí los investigados asumen una actitud insolente hacia los jueces y la justicia burguesa, declarando ser un movimiento revolucionario y no una asociación delictiva, y que por lo tanto su conducta nunca tendrá una dimensión judicial por lo que rechazarían encomendar a las «abstracciones de un liberalismo vacío su derecho a ser perdonados», según la declaración realizada por Bordiga3. Todos fueron absueltos también esta vez.
Cito estos dos, por así decirlo, «precedentes» muy lejanos porque quiero establecer un concepto. Los tribunales especiales fascistas nacieron sobre un plano estrictamente judicial como instrumento para evitar otras absoluciones como estas. Hay momentos históricos en los que la guerra de clases impone a la magistratura el uso de instrumentos que, no sujetos a la dialéctica judicial, permitan llegar a la liquidación de un enemigo cierto y declarado sin pasar por los procedimientos ordinarios.
No me gusta quejarme, tampoco exagerar. Por lo tanto no voy a decir que estamos en pleno fascismo o que lo que me quieren aplicar es una medida fascista. Es más, las medidas preventivas son muy anteriores, se remontan a las Leyes Antianarquistas –un nombre muy elocuente– del gobierno Crispi, julio 1894. Tres leyes que, respectivamente, agravaban los delitos relacionados con la posesión de material explosivo, censuraban por primera vez los delitos de instigación a la delincuencia y de apología cometidos a través de la prensa, y contenían un nuevo texto de Medidas de seguridad pública (confinamiento, domicilio forzoso, estancia obligatoria).
Como bien sabe la doctora Comodi por haber tratado de hacerlo desaparecer de la circulación por todos los medios, en el periódico anarquista “Vetriolo” escribíamos que estamos entrando en un giro autoritario de nuevo tipo. Una de las características del régimen autoritario del nuevo milenio es su naturaleza multipolar, plural de su forma política. No hay un partido único al poder, puedes votar a quien quieras, total, las políticas estructurales no cambian: sobre la guerra, la carnicería social, la represión.
El nuevo autoritarismo no es político sino el resultado del dominio de la razón técnica, ergo de facto quien gobierna en última instancia es la necesidad del algoritmo; la organización política voluntaria, subjetiva y partisana, no puede mover su eje. Desde hace más de un año se piden sacrificios a las clases pobres para combatir una guerra de civilización contra las autocracias, pero no vemos que cada día que pasa nuestra sociedad se parece más a la Rusia de Putin. Sencillamente, en este punto de inflexión de la historia, ese tipo de Estado es objetivamente el organismo evolutivamente más adecuado para afrontar los retos de las crisis que genera el capitalismo.
El nuevo autoritarismo por tanto no es fascista, no tiene un partido-régimen y un caudillo, un Duce, que lo dirige. Al contrario, es impersonal e impregna los distintos gobiernos y poderes autónomos del Estado. En el terreno estrictamente represivo, su punta de lanza está representada por la subsunción de los aparatos de la policía política en el paraguas antimafia. Considérese que el máximo responsable de esta magistral obra represiva hoy es un parlamentario de la oposición, en particular del Movimiento 5 stelle.
El ejemplo más notorio de este delirio liberticida es el traslado, por primera vez en la historia, de un anarquista al 41 bis el año pasado, caso que llegó a los titulares gracias a la heroica lucha de Alfredo Cospito, en huelga de hambre durante seis meses, y al movimiento de solidaridad manifestado en Italia y el extranjero.
A su manera, las acusaciones de hoy son hijas de la misma lógica. La información de la que se nutre la Fiscalía para solicitar que se me aplique vigilancia especial está sacada de una investigación de la Guardia di Finanza del 2021 que forma parte de la actividad habitual de coger a algunos sujetos a los que aplicar las medidas preventivas antimafia. Un deslizamiento de competencias que llega realmente a la paradoja, de modo que llegamos al punto que la [guardia di] Finanza emplea tiempo y dinero no para perseguir a mafiosos o a evasores fiscales (como pretende la desinformación ideológica en todos los medios), sin atreverse jamás a manchar ni siquiera tímidamente la altanería de los señores ricos, sino a pedir una medida de prevención antimafia contra un obrero anarquista que gana 450 euros al mes.
Hoy, tras fracasar por otras vías, es cuando la fiscalía recupera este informe de hace dos años. Incapaz de mandarme a prisión por instigación a la delincuencia, no pudiendo cerrar por vía legal el periódico anarquista “Vetriolo”, en un contexto de guerra y sacrificios que pueden generar movimientos de descontento en la población, siguiendo la ola de perturbación del orden público provocada por la lucha en solidaridad con Alfredo Cospito, la Fiscalía de Perugia intenta obtener de una medida policial aquello que no ha logrado con los instrumentos ordinarios. La solicitud puede ser presentada de la forma más fría, técnica e imparcial posible, pero se trata de esos delitos –imprenta, instigación– y de esas medidas –residencia obligatoria, medidas preventivas– ; Crispi y Mussolini, en resumen. Cada cual elige la historia de la que quiere ser heredero, por mi parte hace ya mucho tiempo que hice la elección.
Como en los juicios de 1921 y 1923 que he citado (¡es cierto que la tragedia histórica se repite en farsa!) el intento que están experimentando las fiscalías de muchas partes de Italia con las innumerables solicitudes de vigilancia especial contra otros tantos anarquistas, es encontrar un terreno donde desahogar los fracasos de sus investigaciones. Un terreno donde un pacto institucional silencioso promete liquidar la oposición social sin las garantías que suelen otorgar los procesos ordinarios.
Una característica distópica de la vigilancia especial es que no se aplica en base a los antecedentes penales, sino en base a los antecedentes policiales. Se puede decir que a los sospechosos. Puesto que la actividad de sospechar es una prerrogativa subjetiva de quien sospecha, ¿cómo puede el sospechoso tener algo que refutar? Distopía en el poder.
Entonces, si así son las cosas, bien podría renunciar a defenderme. De hecho, quiero decir que estoy orgullosos de haber reunido tantas sospechas sobre mí en mis 36 años de vida. Soy un trabajador vago licenciado en filosofía, conozco la miseria de la condición asalariada y dispongo de las herramientas intelectuales para la crítica social. Así que si me he convertido en un enemigo jurado de la actual organización social, seguramente ha ocurrido en plena posesión de mis facultades.
Como me considero una persona intelectualmente honesta, lo único que pido es que se me trate con la misma franqueza con la que me dirijo a mis interlocutores, incluso a mis enemigos. Lo que realmente no es aceptable es que se elimine el carácter ideológico de la hodierna acusación.
Lo digo con gran respeto hacia cualquiera que se oponga al régimen de la propiedad privada, yo no soy un cleptómano: soy anarquista.
¡Abajo la máscara!
Lo único que realmente se discute hoy es el impedir mi militancia «política».
La vigilancia especial no sirve para impedir que vaya a robar la plata del apartamento de al lado, sino para impedirme la posibilidad de ir a una manifestación, la posibilidad de participar en asambleas y debates, de presentar libros o asistir a presentaciones de otros autores, la libertad de participar en un piquete nocturno o de colgar una pancarta de un puente para protetar contra la enésima masacre en las cárceles (de hecho la lista está repleta de 18 TULPS, 414 c. p. y similares).
Decía que no estamos en fascismo, sino en un nuevo tipo de autoritarismo. Y de hecho hay otra diferencia muy importante entre nuestro código penal y el fascista. El ministro Rocco, autor del código penal todavía en uso, sobre un punto parecía inamovible: el rechazo de cualquier forma de recompensa por el arrepentimiento. Desde su punto de vista, la traición es un acto inconciliable con los valores del fascismo. En este punto, la democracia actual parece aún más inmoral al haber desarrollado un suplicio penal estructurado como una fábrica de arrepentidos, vendidos y traidores. Hasta el punto que hoy los mafiosos que han disuelto niños en ácido están en libertad (porque han enviado a otros a la cárcel) y el anarquista Alfredo Cospito está en 41 bis. En este aspecto se parece más al sistema de la inquisición, cuyo principal objetivo no era tanto quemar personas en la hoguera como conseguir que se arrepientan, salvar su alma del infierno. Quizás sea cierto que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones, las mías lo son hasta el punto que no me arrepentiré de ninguna manera.
Si se me aplica la vigilancia especial no me quejaré, porque estaré en buena compañía con muchas compañeras y compañeros por los que siento un profundo aprecio – y muchos otros, demasiados, sufren algo peor. Mi vida nunca se ha movido por el interés personal, de lo contrario habría hecho otras elecciones, sino por un fuerte sentido de la justicia. Tengo la suerte de dormir muy bien por las noches. Como se suele decir, tengo el don del sueño de los justos. Y si en los próximos años mi sueño se ve perturbado por diligentes policías que vienen a verificar si estoy en casa por la noche, no importa. Querrá decir que, apenas pueda, empezaré a soñar de nuevo desde donde me interrumpieron.
Lo que no podrá cambiar nunca es lo que soy. Asumid las responsabilidades de condenarme por eso. Soy un proletario, soy anarquista, soy insurreccionalista y no daré ni un paso atrás.
¡Libertad!
Michele Fabiani
30 de junio 2023
1 E. Malatesta, Opere Complete, vol. 7, p. 336.
2 Ivi, p. 326 e p. 331.
3 P. Spirano, Storia del Partito comunista italiano, vol 2, p. 321.