La resistencia atómica. Lo que (Ghunter) Anders nos sugiere

Dentro de los movimientos sociales el debate sobre la violencia y la no-violencia se arrastra desde tiempos inmemoriales, volviéndose particularmente duro cuando se habla de violencia sobre las personas. La reflexión de Anders atañe precisamente este último caso. Publicamos el texto que sigue porque contiene una peculiaridad, no es la defensa militante de la diversidad de prácticas, de la legitimidad de la violencia dentro de una pluralidad de opciones tácticas, de su posibilidad; mas bien es una reflexión sobre la necesidad de la violencia. La violencia no sólo es razonable, sino indispensable. Anders, aunque participó en diversas compañas y situaciones antinucleares, a partir de los años ’50 no es un escritor militante. Sus principales reflexiones son sobre la relación entre el Humano y la Técnica y las aberraciones que produce la segunda sobre el primero en su afirmación como epicentro de la vida cultural. Si por un lado las conclusiones a las que llega Anders son el fruto de una experiencia política infructífera y frustrante, al mismo tiempo no se puede no advertir un análisis más profundo. Aunque Anders no puede definirse ni siquiera como un filósofo en el sentido académico del término, sus conclusiones políticas son el resultado de un razonamiento absolutamente filosófico. Anders no está interesado en el porqué la violencia es eficaz, o se haya demostrado históricamente productiva y útil; si acaso argumenta su legitimidad. No habla de la viabilidad de la violencia, en todo caso razona sobre su sentido, no le interesa afianzarla en la realidad de las luchas, sino más bien justificarla en cuanto instrumento político. Siguiendo esta modalidad de razonamiento se hacen comprensibles algunas miopías presentes en “La resistencia atómica” [*], como la crítica a la destrucción de la propiedad. Si por un lado, en el sentido profundo, la propiedad destruida no puede sino generar otra propiedad y ser la joya del capitalismo; considerado en términos de agitación política, eficacia práctica en el logro de objetivos y capacidad de condicionar decisiones y comportamientos de los adversarios, en la práctica política en resumen, la destrucción de la propiedad y el sabotaje resultan ser medios para nada infructuosos.

El concepto que funda la teoría de la legitimidad de la violencia de Anders es el de la “legítima defensa”. En una situación donde no sólo la vida del individuo, sino –como en el caso de la energía atómica– de toda la humanidad se pone en peligro, ejercitar la violencia no sólo es legítimo, sino incluso necesaria si puede ayudar a ponernos a salvo. Todo ello implica una ulterior reflexión, que Anders no explicita, pero que no se puede pasar por alto: ¿cuándo se puede hablar de “legítima defensa” en un “estado de necesidad”? Lo nuclear es una amenaza evidente, cuyas consecuencias mortíferas, tanto en el campo civil como el militar, son conocidas por todos; no supone ningún problema pensar en lo nuclear como una amenaza inminente para nuestras vidas. Lo mismo se podría decir de otros campos de la Técnica que consideramos menos peligrosos, pero que quizá, pensándolo bien, no lo son en absoluto. Qué decir de la biotecnología, de la nanotecnología, de los trastornos ecológicos que acarrean, de los riesgos imprevisibles, o de las consecuencias previsibles y científicamente calculadas que producirán las nuevas tecnologías en la futura humanidad, qué decir de las alteraciones que impone el Capital a los espacios y tiempos de la vida humana: las ciudades donde vivimos, su ritmo frenético, los espacios restringidos que atravesamos son o no una amenaza a nuestra incolumidad y sobre todo cuántas posibilidades tenemos de incidir en su destrucción sin recurrir a la violencia? Si quisiéramos, el razonamiento podría extenderse y aplicarse a todas aquellas instituciones que limitan nuestra libertad, conduciéndonos habitualmente a vidas no dignas de ser vividas, una entre ellas el Estado, el primer autor de una violencia explícita contra quien decide poner en cuestión los intereses que este mismo protege.

Un segundo punto que emerge de las reflexiones de Anders es el tema del terror y del chantaje. La violencia de los débiles implica siempre una dimensión extorsiva, su función no es represiva, su objetivo no es el de castigar a cada culpable, a cada enemigo. Al contrario de cuanto se propone (al menos en teoría) en Estado con su uso, la violencia de los explotados debe servir de advertencia, debe hacer que el enemigo tenga presente que ciertas acciones suyas conllevan una reacción, no siempre dócil y mansa, es decir, debe poner en manos de los débiles un medio para invertir el equilibrio de poder y generar en las filas adversarias el miedo a posibles represalias. ¿Terrorismo pues? La respuesta aun cuando no explícitamente presente la encontramos en Anders, cuando afirma: «este “tenerlos en vilo” es necesariamente en la forma condicional “podría”, puesto que no disponemos de ninguna arma física que esté a la par de las armas físicas que ellos poseen. Por este motivo estamos obligados a encontrar o inventar un arma sustitutiva». Los excluidos no disponen de medios y de una organización tal como para practicar con método el terror, ni es deseable que las tengan, su reacción violenta es una hipótesis, que tal vez podría no realizarse, pero que contiene toda su fuerza en no estar excluida a priori y en poder producirse cuando menos se espera.

Si el miedo de padecer violencia es un elemento esencial del control que el Estado ejercita sobre los explotados, no se entiende porqué para estos últimos se deberían aplicar reglas diversas en la lucha por la supervivencia. A menudo se oye: «la violencia engendra violencia» como advertencia para protegernos de la represión, como diciendo que la no-violencia arrincona a la autoridad precisamente porque no genera violencia, privando a la autoridad de todo derecho a la reacción. Más allá de la cuestionabilidad de tal idea, debida a una reflexión ingenua sobre las dinámicas represivas, el dicho queda invalidado si decidimos invertirlo. Se puede pensar que la violencia que engendra violencia no es la del explotado contra el Estado, sino en todo caso la del Estado que humilla y aplasta todas las pasiones del explotado. Entonces, si: su violencia no puede sino engendrar violencia.

 

* El título de un fanzine en italiano introducido por este texto.

El fanzine (que puedes encontrar en la web del Spazio di documentazione anarchico tribolo) consiste en fragmentos seleccionados del libro Estado de necesidad y legítima defensa (violencia si o no). La edición original es Gewalt-ja oder nein. Eine notwendige Diskussion; Knaur Verlag, Mϋnchen, 1987, (traducción literal: Violencia si o no. Una discusión necesaria).